lunes, 29 de julio de 2013

Cristina en campaña, con el jefe de la oposición (0 puntos)






Cristina en campaña, con el jefe de la oposición

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Puede sonar a chicana, pero en todo caso es una imagen de la realidad: Cristina Fernández de Kirchner intentó transformar en un hecho de campaña su viaje a Brasil para saludar al Papa, acusado de ser el jefe de la oposición cuando predicaba sólo en la Argentina. La Presidenta, violentando en su tarea proselitista algunos límites no escritos y otros legales, se impuso como tarea central promover y sostener a su candidato bonaerense, Martín Insaurralde, que alcanzó a estrechar la mano de Francisco, es decir, logró la foto para la cual había sido trasladado a Río. ¿Vendrán ahora los afiches? Podrá discutirse si eso suma o resta en la campaña, pero hay un dato político sobresaliente: el cristinismo da batalla para modificar una dilatada secuencia que lo muestra con serios problemas para dominar la agenda pública.


La realidad, alimentada en parte por una campaña que apenas despega en estos días, indica que el temario no es el deseado por Olivos, con el agregado de que esto ocurre de manera más dilatada que en otras oportunidades y con temas que han puesto en crisis seriamente el libreto oficial. El fenómeno provocado por el Papa en Brasil es de otra escala, y supera por mucho la capacidad del cristinismo, que por la misma razón se había visto obligado a cambiar ataques por elogios apenas producida la consagración de Bergoglio. Esta vez, buscó hacer uso de la posibilidad de una foto con Francisco, y forzó la situación.


En la gimnasia publicitaria del oficialismo, la imagen en cuestión buscaría al menos pasar a segundo plano o amortiguar una serie de episodios considerados corrosivos en términos de imagen, antes que descalificantes desde el punto de vista político y también ideológico, rubro este último que hace rato exhibe las distancias entre acciones y palabras.


En esa lista, los casos más significativos son los de Ricardo Jaime, que repone el tema de los gruesos lazos con la corrupción, y César Milani, sostenido al frente del Ejército a pesar de las denuncias y sospechas sobre su papel en la dictadura, además de la cuestión del enriquecimiento personal y su función en el oscuro sistema de los servicios de inteligencia.


Jaime, apenas superada su condición de prófugo, se encargó de destacar su compromiso con el proyecto kirchnerista, una definición con varias lecturas: hacia el interior del cristinismo, por el inquietante mensaje sobre el doble sentido, o correspondencia, de la lealtad, y hacia afuera, por el costo de su respaldo en plena campaña. El silencio en las filas del Gobierno sólo amplificó la señal. Ese tipo de situaciones escapan a cualquier control, pero no son ajenas al entramado y los reflejos del oficialismo.


Con todo, el cristinismo se siente entonado con el recorte de distancias entre Sergio Massa e Insaurralde. Varias encuestas ubican esa diferencia en torno de los 5 puntos y otras, por encima de 7. Los números parecen acercarse a los pronósticos más mesurados que ya colocaban un resultado de ese nivel como el más posible. Esas estimaciones proyectaban, y registran ahora, una competencia muy dura a partir de la intervención presidencial en la campaña, aunque aún sin polarizar al extremo la elección. Estos dos candidatos, sumados, se llevan por ahora alrededor del 65 por ciento de las preferencias.


La difusión de estas cifras abre algunos interrogantes sobre lo que pueda ocurrir en las dos semanas que restan hasta las primarias, y también sobre sus posibles efectos hacia el interior del peronismo. El primer punto es si la Presidenta está colocando en su techo al oficialismo o si aún tiene margen de crecimiento. El segundo es el impacto que puede tener en las otras franjas opositoras una disputa cerrada entre el candidato presidencial y Massa. Si existe una tendencia al voto castigo útil, podría licuarse parte de la franja de los sectores más críticos, en especial de Francisco de Narváez, en favor del intendente de Tigre.


Pero las especulaciones no terminan allí. Desde Olivos, se dispuso una campaña publicitaria que gira en torno de Cristina Fernández de Kirchner. El repunte de Insaurralde, luego del impacto inicial que provocó Massa con su decisión de competir, es atribuído centralmente a la Presidenta. Daniel Scioli también aporta a la tarea de apuntalar al intendente de Lomas, pero es considerado un socio coyuntural, necesario pero no deseado. Los gestos de convivencia son actuados en la superficie, aunque por lo bajo nadie en el círculo cristinista ha modificado su calificación sobre el gobernador: sigue siendo un enemigo, en especial porque mantiene sus esperanzas de dar batalla por la candidatura de 2015.


Es un dilema para el Palacio. Con su desafío, Massa apunta a ser protagonista del poskirchnerismo. Y Scioli busca achicar ese frente, pero para reoxigenar su propio proyecto. Esto, sin contar a los peronistas más duros con el Gobierno. ¿Cómo serán los realineamientos después de las elecciones? Recién una vez que pasen las primarias, Olivos podrá empezar a medir realmente hasta dónde se extiende dentro del PJ la lucha por la sucesión.










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