Ensayo sobre transeúntes

Hormigas. Pienso en una horda de hormigas que huyen al pánico de una lupa gigantesca. Hormigas. Un mar de ellas me abrazó como avalancha a museo de ramos generales o napalm a caserío vietnamita. Frenarse es intentar mantenerse en pie frente a una ola de mar.

Freno. El chillido del caucho aferrándose al pavimento deja estelas negras marcas de un tiempo efímero. Casi. Si no fuese por esas cuatro letras el letargo comenzaba. Una pluma soplada por el aliento de invierno juega con el viento a rozarse, a comerse, a besos, a instantes, a caricias. Nadie lo nota. Detalles imperceptibles al ojo azorado por las balas televisivas, la novela de las ocho, el ver bailar a las nueve y la pornografía sin corazón de las doce. ¿Qué tienen en común una novela, ver bailar y lo porno?

Un café expreso con espuma. Burbujas intentando mantener oxigeno dentro de si hasta estallar, luego vienen otras a suplir, a cumplir con el mismo mandato.

Espuma. La gente busca eso. Lo efervescente que se acaba en un instante, los textos cortos, el slogan pegadizo, el cero ochocientos que soluciona vidas detrás de un tubo de ensayo, de ensayo, de ensayo para el gran debut actoral que nunca ocurrirá. ¡No figurás en la marquesina!

Burbujas. Lo no comprometido, el “me gusta” para salvar el hambre en África, la guerra en oriente o el perro perdido de la vecina.

Las personas buscan pequeñas chispas, no grandes incendios que consumen hasta los huesos, pequeñas chispas que alumbren, de a uno, los pasos, paso a paso, su inexorable final.

Corren tras la espuma que se desvanece y aparece otra dos metros más adelante, el cascabel atado a la cola del gato, la zanahoria inalcanzable del burro. Buscamos quien nos salve de la enfermedad terminal adquirida en el nacimiento, el amor de ultramar que sacuda como terremoto las placas que aplastan el sentir.

Corren transeúntes al encuentro con la nada, corre la nada al encuentro con el éter y este a la burbuja a punto de estallar.

Enciendo un cigarrillo y el tiempo se detiene. En realidad se hace denso, pastoso y puedo ver que dos mariposas se disputan, una flor, a duelo letal. Muere una y cae abatida al suelo. Se quiebran sus alas, se desintegrarán en el calor de la vereda. Tres hojas cayeron del árbol, una se la lleva el viento para ser fértil en tierra vecina. Casi se acaba mi cigarrillo, una flor escondida en un libro de poemas feos.

Termina mi vicio, me uno a la turba que busca la burbuja que está a punto de reventarse.


Hay dos moscas encerradas en un frasco, la una sabe que está adentro, la otra, no. Las dos morirán, solo que la primera lo hará libre.