México, DF.- La tortura, en su definición académica, es un sufrimiento, dolor o aflicción muy grandes. El acto de tortura, luego entonces, es producir un intenso dolor físico o sicológico como castigo.
Tras el final de la segunda guerra mundial, los organismos que aparecieron para velar por la paz en el orbe han creado manifiestos y documentos varios para evitar que la práctica persista, en tiempos bélicos y en los que no. El esfuerzo se centra en el privilegio de los derechos humanos como garantía básica de las sociedades civilizadas.
Sin embargo, la tortura es un mal que parece no tener fin, aplicado entre gobiernos que buscan reprimir a sus contrarios, grupos delictivos que abundan en todo el mundo y otros tantos enfermos que la practican por diversión.
México ha ratificado más de diez leyes internacionales que están contra toda práctica de trato inhumano hacia las personas. No obstante, en nuestro país, tan solo en 2012 se presentaron 662 denuncias de tortura según el informe anual que presenta Amnistía Internacional.
El mismo documento da cuenta de 60 mil asesinatos, obra en su mayoría de grupos delictivos que se perpetraron con conocimiento de policías y funcionarios públicos.
Todavía más alarmante resulta que a raíz de la violencia y amenazas criminales en algunas zonas del país, más de 150 mil personas han tenido que cambiar de residencia.
México no es el único país de América Latina que sufre olas de violencia a raíz de la ineficiencia gubernamental para combatir a los grupos criminales. Más triste aún es el secreto a voces de que la tortura es sistemática y común para los gobiernos de naciones en conflicto.
En lo que atañe al país el asunto es más preocupante, dado que el informe de Amnistía Internacional confirma la situación, toda vez que miembros del Ejército, la Marina y las policías de estados y municipio son los actores principales en las violaciones de derechos humanos graves, ello enarbolado en la bandera del combate a la delincuencia.
El panorama asusta, pues cualquier puede en este escenario ser víctima de tortura, ya sea por parte de los delincuentes o de aquellos que dicen proteger a la ciudadanía.
Los órganos legislativos del país recién aprobaron tres reformas constitucionales a favor de los derechos humanos: el sistema de seguridad pública y justicia penal (2008), el juicio de amparo (2011) y derechos humanos (2011).
El mismo gobierno mexicano reconoció que la tortura en la nación persiste al hacer entrega de un informe a la Comisión para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Instituciones que velan por la defensa de los derechos humanos aplauden el esfuerzo legislativo en México para frenar la práctica de la tortura, pero coinciden en señalar dichas modificaciones constitucionales como primeros pasos y con un camino largo por atravesar para que el mal disminuya.
Sin instrumentos de cumplimiento efectivos que sancionen la tortura difícilmente el panorama cambie, menos en un país donde la ley es por desgracia letra muerta y las legislaciones son buenas intenciones.
Entre aciertos y desatinos, la llamada lucha contra el narcotráfico del sexenio anterior abrió la puerta para que los efectivos de seguridad entendieran el combate al crimen como una zona de guerra, momento en que la estupidez humana se exacerba y el trato inhumano se justifica. Los medios y los recursos se validan, por tanto, la deshumanización crece.
Si tomamos en cuenta los casos que no se denuncian, que suelen ser equiparables a los números que sí se registran, estamos en un sitio en donde la tortura es práctica común. México necesita hacer valer los acuerdos signados a nivel internacional en donde existe el compromiso para combatir la situación.
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via Azteca Noticias: México http://www.aztecanoticias.com.mx/notas/mexico/159179/la-tortura-en-mexico-triste-escenario
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