Por Matías Resano
Un ejemplo de que la pasión por el fútbol derrumba barreras, en este caso barrotes, se vive sin igual, en forma admirable, fabulosa, en el Penal de Ezeiza. En su módulo 1, un grupo de internos junto a su profesor de educación física puso en marcha un club de fútbol, en el cual cada miembro cumple una función específica.
Su logro principal es el contagio y la enseñanza de valores tales como el respeto y la solidaridad por el otro, a través del deporte. Los motores de un club cuya aspiración no es meter más goles que su rival sino que “el compañero que salga de acá, se vaya con una conducta de vida y no vuelva más”.
“Sociedad con voluntad y compromiso, todo es posible”, aclama una bandera colgada en el salón del módulo 1 del Penal de Ezeiza, en donde se reunieron los reclusos en la jornada de este viernes.
Los presentes celebraban el primer año de fundación del Club “Deportivo Social de Fútbol”. Un proyecto iniciado el 28 de septiembre de 2012, tras siete meses de ideas y debates entre Diego Lazarte, Ramón Martínez y Javier Petriz, tres internos que se desempeñan como presidente, vicepresidente primero y segundo, respectivamente.
Pero también es “padre de la criatura” Roberto Crispo, profesor de educación física, quien cumplió un rol vital en la consolidación de la iniciativa. Sin embargo, no sólo las autoridades miraban como una utopía la formación del equipo, sino sus propios compañeros.
“Al principio había cierto roce, porque todos no podían jugar, pero cuando vieron que venía un equipo de afuera, vieron cómo dejamos la cancha, se acercaron y se divirtieron, comenzaron a sumarse”.
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