Robert Stickgold, director del Centro del Sueño y el Conocimiento de la Escuela de Medicina de Harvard, realizó un experimento.
Desafió a dos grupos de estudiantes a aprender la disposición de un laberinto virtual de modo que, cuando más tarde los situaran en cualquier punto del laberinto, pudieran señalar dónde se encontraba un árbol determinado.
Uno de los grupos podía dormir una siesta en las cinco horas de intervalo. Cuando se llevó a cabo la evaluación, estos últimos llegaban al árbol bastante más rápido que los que no habían dormido.
Lo extraordinario es que la mayoría de ellos tuvo sueños relacionados con la prueba: la música del ordenador, el árbol, zonas del laberinto, etc.
“Creemos que los sueños”, confirma Stickgold, “son una señal de que el cerebro trabaja en un problema a muchos niveles. Son intentos del cerebro de encontrar asociaciones útiles para el futuro”.
Pero queda una duda: si los sueños son una estrategia evolutiva de nuestro cerebro que le sirve para aprender, ¿por qué nos olvidamos de ellos?
Diferentes experimentos realizados, entre otros, por Robert Bornstein y Paul D’Agostino, psicólogos del Gettysburg College, han demostrado que, aunque un estímulo sea inconsciente, puede influir en nuestras decisiones.
Quizá seamos incapaces de recordar los sueños... pero ellos sí se acuerdan de nosotros.
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