Saltos, cataratas, cañones, estrechos, rápidos: un gran número de maravillas naturales desaparecieron como consecuencia de la construcción de represas. Un recorrido por algunas de ellas.
Por Cecilia Rodrigues (*)
Hay mucho para decir sobre los efectos nocivos de la construcción de represas: cambios ambientales y climáticos a mediano y largo plazo, inundaciones, mortandad y desplazamiento de fauna, aparición de nuevas enfermedades, son una parte de los efectos que trae aparejada la implantación de grandes represas. En este artículo queremos referirnos a la desaparición de maravillas naturales y entornos singulares que han sido destruidos como consecuencia de la creación de embalses.
Caídas del Iguazu, Salto Grande del Rio Uruguay y Rápidos de Apipé
En el año 1928 el Ministerio de Obras Públicas de la Nación publicó un libro de los ingenieros Mermoz y Gamberale llamado “Caídas del Iguazu, Salto Grande del Rio Uruguay y Rápidos de Apipé en el Alto Paraná. Estudio sobre su aprovechamiento hidroeléctrico”. En dicha obra los ingenieros exponían estudios técnicos que habían realizado sobre las posibilidades de aprovechamiento hidroeléctrico de los tres accidentes geográficos mencionados en su título. El paso de los años demostraría que el estudio no fue realizado en vano: el Salto Grande del río Uruguay, principal obstáculo para la navegación del río aguas arriba, ya no existe. Su fuerza hidráulica es aprovechada por la represa de Salto Grande, entre la provincia argentina de Entre Ríos y la República Oriental del Uruguay.
Los Rápidos de Apipé, corrieron igual suerte: quedaron sepultados por las aguas del embalse de Yacyretá, en el río Paraná.
Es muy difícil encontrar registros fotográficos de estos lugares sumergidos.
Represas en Brasil y maravillas desaparecidas:
El Brasil tiene una muy extensa tradición en construcción de represas, aprovechando la gran cantidad de ríos y los desniveles en su relieve, lo que le otorga un gran potencial de explotación hidroeléctrica que el país utiliza intensamente, aún a costa de cuantiosos daños ambientales y sociales, y de hacer desaparecer verdaderas maravillas naturales bajo los lagos artificiales creados por los embalses.
Solamente en la cuenca del rio Paraná, conformada por los ríos Paranaiba, Grande, Paranapanema, Tietê e Iguazú se encuentran emplazadas unas 40 represas que interrumpen el curso de los ríos y los convierten en una larga sucesión de lagos artificiales.
El río Paranaiba nace en el estado de Minas Geráis y es junto al Rio Grande uno de los formadores del rio Paraná. En su curso se construyeron once represas a los fines de explotar su potencial hidroeléctrico.
A mediados del siglo XX Brasil había comenzado la construcción de su nueva capital, Brasilia. Con el argumento de la necesidad de contar con energía eléctrica para alimentar las grandes obras que demandaba, se construyó a partir de 1956 la represa de Cachoeira Dourada sobre el Rio Paranaiba, entre el Estado de Minas Geráis y el de Goiás.
Esta obra aprovecha la fuerza de la corriente aguas abajo de la Cachoeira Dourada, bellísima catarata que quedó sumergida.
Décadas después se construiría otra presa que sumergió una maravilla natural única en el mundo: el Canal São Simão.
Se trataba de una hendidura en medio del lecho del rio que provocaba que el caudal de agua se precipitara hacia el centro, formando un canal que media más de 2 km de largo. Su aspecto era muy parecido al de los saltos del Moconá, pero las cascadas longitudinales caían desde los dos lados. La represa de São Simão los sumergió en 1978.
Salto Grande del Rio Paranapanema o Cachoeira dos Dourados
En 1958 se terminó de construir la represa de Salto Grande sobre el rio Paranapanema, entre los municipios de Salto Grande (San Pablo) y Cambará (Paraná). Bajo las aguas del lago artificial de la represa quedó el Salto Grande, anteriormente llamado Cachoeira dos Dourados, debido a la gran cantidad de dorados que poblaban el río en la zona. A pesar de ello, la construcción de la represa no incluyó la de una esclusa que posibilite el paso de estos peces aguas arriba.
Cataratas de Marimbondo
Estaban emplazadas sobre el Rio Grande, que nace en el estado de Minas Gerais y luego atraviesa el Estado de San Pablo. Las cataratas de Marimbondo estaban formadas por varios saltos: Ferrador, Andorinhas, y de los Patos. En 1971 comenzó a construirse la represa de Marimbondo, una de las doce que alteran el curso del Rio Grande. Las cataratas quedaron entonces bajo agua. El salto de los Patos de Marimbondo tenía dimensiones parecidas a las Cataratas del Iguazú: con un volumen de caída de agua apenas menor, sumaba más de dos mil metros lineales de caídas, repartidas en varios brazos y cascadas. Según testimonios de viajeros y pobladores, el estruendo de las caídas de agua podía escucharse a unos 15 kilómetros de distancia.
Saltos del Rio Tietê
El rio Tietê, afluente del Paraná, es interrumpido por seis represas en su curso. Las mismas tienen como fin no solamente la generación de energía eléctrica sino también la nivelación de las aguas para convertirlo en navegable. El curso del rio es extremadamente quebrado, contándose en su extensión unos cincuenta y cinco saltos de agua.
Por lo menos dos grandes saltos de este rio han quedado bajo agua por la construcción de represas: los Saltos de Avanhandava y el Salto Itapurá.
El primero de ellos se encuentra bajo el lago de la represa del mismo nombre y fue sumergido en 1982.
En tanto el Salto Itapurá, muy cercano a la desembocadura del rio Tietê en el río Paraná, se encuentra bajo el lago de la represa de Jupiá desde 1978.
Salto de Urubupungá
Sumergido por el lago de la represa de Ilha Solteira, se encontraba en el rio Paraná, en cercanías a su encuentro con el Rio Tietê. Se trataba en verdad de dos saltos: el salto Grande de Urubupungá- la caída principal del rio- y el Saltinho, separado del anterior por la isla Solteira, también sumergida.
1982: el adiós al magnífico Guairá o Sete Quedas
Desde fines de los años 60 el gobierno de Brasil tenía decidida la construcción de una represa para el aprovechamiento hidroeléctrico del Rio Paraná aguas abajo de los Saltos del Guairá, en la frontera con Paraguay. Allí se construyó desde 1979 la represa de Itaipú, a muy pocos kilómetros de la triple frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina.
Entre la multitud que acudió en 1982 a dar su adiós a los saltos se contó al mismo presidente de facto del Brasil, Joao B. Figueiredo, quien más allá de apreciar la belleza del lugar y de lamentar su desaparición argumentó la imposibilidad de salvarlo: “Se eu salvar Sete Quedas, o que vou fazer com aquela tremenda construção de Itaipu?” (Si salvo a Sete Quedas ¿qué voy a hacer con aquella tremenda construcción de Itaipú?).
Los consorcios y empresas que lucran con los grandes emprendimientos hidroeléctricos cuentan los daños causados en términos engañosos y concluyen que las regalías futuras compensarán lo perdido. Pero ¿cuánto vale la riqueza natural? ¿cuánto vale la biodiversidad que se pierde? ¿cómo se calculan las pérdidas de fauna? ¿y las de la salud de los pobladores? ¿cómo se mide el valor de la relación de los hombres con su entorno?
Hace más de un siglo y medio el Gran Jefe Seattle advertía en su carta al Presidente de los EE.UU.
“…Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo…”1
(*) Cronista de revista superficie.
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