—Me han dicho que a otros compañeros taxitas también les ha sucedido, yo no he vuelto a pasar en las noches por ese lugar.
Los muertos están vivos.
En una noche lluviosa Don José manejaba su taxi sobre avenida héroe de nacosari, casi para llegar a la glorieta del Quijote, en una parada de camiones ubicada frente a un centro comercial una mujer le hizo una seña para que se detuviera.
—Vestía una falda larga bastante anticuada de color gris, una blusa blanca y zapatos negros bajos así como de tela, se cubria la cabeza con un reboso negro, si me acuerdo.
Ella subió al asiento trasero del taxi, Don José miró por el espejo retrovisor y no pudo distinguir la cara de la mujer.
—No se porque, pero sin que ella me lo indicara me dirigí hacia la colonia Altavista.
Al llegar a la calle Santa Irene, esquina con Carlos Saavedra, sintió que ella puso su mano sobre su hombro, experimento un frio intenso, detuvo el auto, cerca de su oido escuchó una mezcla sobrenatural de respiración, palabras y gemidos, al voltear hacia atrás, don José vió como la mujer desaparecia ante sus ojos.
—Acelere a todo lo que daba el taxi para alejarme de ahí del sitio, era casi como las 2 de la mañana, decidí irme a mi casa, yo vivía en jardines de la cruz. Cuando menos pense, iba circulando por la avenida López Mateos casi llegando a la glorieta.
Pensó evitar pasar cerca de donde recogio a aquella mujer, no lo hizo, al llegar a la glorieta miró hacia la parada de camiones donde había recogido a aquella fantasmal mujer, y ahí estaba ella de nuevo. A la distancia notó como ella volteo hacia el, y de pronto don José sintió aquella mano sobre su hombro y escuchó nuevamente aquel sonido.
—Me han dicho que a otros compañeros taxistas también les ha sucedido, yo no he vuelvo a pasar por las noches por ese lugar, nunca más.
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