Les traigo un relato de un niño mulato (hijo de un hombre de raza negra procedente de Liberia y una mujer aria) que, desde muy temprana edad, se empeñó en pertenecer a las Juventudes Hitlerianas.
La familia de Hans-Jürgen Massaquoi disfrutaba de inmunidad diplomática, ya que su abuelo, por parte de padre, era el cónsul liberiano en Alemania. Esto hacía que, a pesar de ser mulato y su familia paterna negra, no tuvieran problemas de convivencia en su Hamburgo natal, en un tiempo en el que cada vez se hacían más presentes las tesis xenófobas promulgadas desde el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores recién llegado al poder.
De hecho, Hans había quedado absorto tras conocer en persona al mismísimo Hitler, durante una visita que hizo éste a su colegio en 1934. Por aquel entonces el niño tan solo contaba con 8 años de edad, pero había sido contagiado por el entusiasmo de sus compañeros y profesores.
Todos los niños de su clase estaban siendo afiliados al movimiento juvenil, por lo que él también quería pertenecer.
No era consciente de que, a pesar de tener ese estatus especial gracias a la profesión de su abuelo, muchos eran los que lo miraban con cierto recelo al no ser un ‘ciudadano de raza pura’.
Cada vez que había una reunión de las Juventudes Hitlerianas, Bertha, la madre del muchacho se las ingeniaba para no llevarlo, a sabiendas de que no sería bien recibido por los participantes.
Era tal el fervor que el pequeño Hans sentía por los símbolos nazis que incluso hizo que le cosieran una esvástica en su jersey, la cual lucía con todo orgullo, tal y como recoge la única fotografía que existe del niño con el símbolo nazi en su ropa.
No dejaba de ser un niño, por lo que no era totalmente consciente de las diferencias raciales entre él y sus compañeros de escuela y aunque era tratado a menudo con respeto por la mayoría de ellos, siempre había el típico que trataba de hacerle ver que no eran iguales en todo y, sobre todo, en el color de la piel.
Pero todo cambiaría en la vida de Hans en 1936, ya que con 10 años de edad fue testigo de cómo el atleta afroamericano Jesse Owens ganó cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín y con ello ofendió a Hitler, provocando en la población alemana el rechazo unánime hacia las personas de raza negra.
En la escuela ya no lo trataban igual y eran muchas las ocasiones en las que se sintió intimidado por otros niños que se creían superiores a él.
La tensión racial y política del país obligó a la familia paterna de Hans a salir de Alemania, quedándose el niño viviendo junto a su madre. Pero ya no estaban en la residencia del consulado y, por tanto, todos los privilegios de los que habían estado disfrutando hasta entonces se esfumaron, aunque no sufrieron el mismo tipo de persecución a la que fueron sometidos otros colectivos.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y con quince años recién cumplidos el joven Hans-Jürgen Massaquoi quiso alistarse en el ejército y servir a su país, siendo rechazado por el color de su piel, algo que no sucedía con los mischlinge, que sí eran aceptados.
Los terribles años de nazismo en Alemania y la brutal guerra hicieron que en los siguientes años se diera cuenta de todo el horror vivido y cometido desde la cancillería de su país y decidiese emigrar a los Estados Unidos, donde trabajaría en varios periódicos y acabaría convirtiéndose en un reputado y famoso periodista.
Hans falleció el pasado 19 de enero de 2013, el mismo día que cumplía 87 años, dejando tras de sí una vida dedicada a escribir libros y fundar prestigiosas revistas en defensa del colectivo afroamericano y a pesar de que han pasado muchos años desde que renunció y se dio cuenta de lo terrible que fue el régimen de Hitler, se le recordará como el niño negro que quiso ser nazi
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