Había algo en esas fiestas que me molestabas demasiado, e iba mas allá del hecho de que hicieran 30° grados a las diez de la noche, y que ese calor se incrementara con el calor de la parrilla del abuelo y del horno de la abuela. Era algo más allá de eso, y no pasaba tampoco porque no me gustaba estar en un lugar con mas de cuatro personas a la vez, o que ya me habían preguntado 15 veces, contadas, como me fue en el colegio -mal- y otras 10 como estaba el novio -inexistente por el momento-. También me molestaba que todos miraran a mi hermanito como si jamas hubieran visto un bebe, pasándolo de mano en mano como un juguete. No eran celos, yo ya estaba grande y sumamente desinteresada de atención para eso, pero sentía la necesidad de agarrarlo y salir corriendo para rescatarlo de ese horror.

Y así era todos los años, en esta semana, siempre lo mismo. Supongo que era por mi "rebeldía adolescente" como decía mi viejo pero ya no encontraba interés en las fiestas, en las regalos, en lo cohetes ni en la exagerada cantidad de comida. Me aburrí de fingir que podía seguir sonriendo mientras mis decenas de familiares comentaban lo alta que estaba, lo lindo que me quedaba el corte y la tintura de pelo e insistían en presentarme a no se que tarado para salir.

Me metí en el living, nadie notaría que me había ido, y me senté en un sillón a ver como parpadeaban las luces del árbol. Note que me estaba quedando dormida cuando las voces del otro lado de la pared se borraron por completo. Mi sueño, o sueños según como quiera verse, era una mezcla de recuerdos que no pude definir como propios. Rostros conocidos que se mezclaban entre si, lagrimas, peleas, accidentes y velorios. Las caras de mis tíos, primos y abuelos, todas combinadas en una sola, marcado por el sufrimiento que traen consigo demasiados años vividos.

Probablemente fuera porque aun era joven y no entendía lo que habían pasado los demás, ni me lo imaginaba siquiera, las perdidas, la angustia y los dolores pasados,y como esos pequeños momentos que pasaba toda mi familia junta, los que todavía estaban, ayudaba a olvidar, aunque sea por unos instantes, los malos momentos, por eso decidí levantarme y volver al comedor a seguir fingiendo que toleraba todo eso, que me emocionaba estar allí, creo que a mi familia le haría bien verme feliz, y después de todo, era solo una vez al año.