Los musulmanes pueden dejar a sus mujeres en manos de violadores
El islam permite que los maridos, para poder salvar sus vidas, dejen a sus mujeres en manos de violadores. Así lo afirma el Dr. Yasir al Burhami, vicepresidente del Partido Salafista egipcio, el principal partido islamista del país desde que los Hermanos Musulmanes fueron ilegalizados.
La fetua, o decreto islámico, de Burhami no resulta del todo sorprendente. Anteriormente, el jeque salafista ha afirmado que, pese a que un musulmán puede casarse con mujeres que no sean musulmanas, concretamente con cristianas y judías, debe odiarlas, y demostrarles que las odia, pues son infieles (aunque disfrute sexualmente de ellas).
De hecho, las numerosas fetuas del Dr. Burhami, pediatra de formación, incluyen la prohibición a conductores de autobús y a taxistas de transportar a sacerdotes cristianos coptos a sus iglesias, algo que calificó como “más prohibido que llevar a alguien a una licorería”; también incluyen la autorización del matrimonio con chicas menores de edad; la prohibición del Día de la Madre -“aunque ello entristezca a tu madre”- por ser una innovación occidental; y la insistencia en que los musulmanes no pueden apostatar del islam, un fenómeno que aparece a menudo en las noticias.
Ahora, en su fetua más reciente, la de que los maridos pueden abandonar en su propio interés a sus esposas atacadas sexualmente, Burhami se funda en qiyas, o analogías, basadas en las normas de un destacado jurista del siglo XII: según el imán ‘Az ben Abdul Salaam, un musulmán debe abandonar sus posesiones en manos de ladrones si con ello salva su vida.
Basándose en ese razonamiento, Burhami realiza la analogía de que el esposo musulmán debe abandonar a su mujer si al defenderla arriesga su propia vida, ya que ella no es más que otra posesión que se puede reemplazar fácilmente.
En palabras de un artículo crítico de opinión en árabe, titulado “La hombría según Burhami”, escrito por Amani Mayed, una musulmana:
Así que lo que resulta aplicable al abandono de posesiones en manos de ladrones y a la huida porque se teme por la propia vida, se puede aplicar -según el punto de vista de Burhami, por desgracia- a la esposa y a la hija de uno. Por tanto, si la esposa se enfrenta a una violación, se la considera una posesión. El marido ha de abandonarla en manos de los violadores y escapar, salvando la vida. ¿Y por qué no? Porque si pierde sus posesiones, las reemplazará; y si su mujer es violada, se casará con otra, aunque ella siga con vida.
El artículo prosigue, considerando las ramificaciones del argumento de Burhami en el caso de que todo musulmán lo siguiera: si un policía de patrulla ve a una mujer -una extraña, no a su mujer ni a su hija- que está siendo violada en grupo, ¿debería intervenir, como implica su trabajo, arriesgando su persona, o debería pensar sólo en sí mismo y huir? ¿Un soldado egipcio debería resistir y defender su nación contra los invasores, o huir para conservar la vida?
Tres observaciones:
Primera: los salafistas como Burhami, que tratan de organizar sus vidas siguiendo tan literalmente como sea posible las enseñanzas del profeta Mahoma y de sus compañeros originales -de ahí las ubicuas barbas y vestiduras blancas- merecen atención porque son un filón de información sobre el islam literal.
Son siempre los musulmanes de ideología salafista los que evocan y defienden una serie de cosas consideradas absurdas o perversas en un contexto occidental: desde tratar de imponer un hadiz canónico que obliga a las mujeres a amamantar a hombres adultos (irónicamente, para proteger su castidad), hasta beber orina de camello para tener buena salud, o instar a la destrucción de todas las iglesias.
Naturalmente, incluso esta sinceridad depende de la capacidad de los musulmanes y de la ventaja que les suponga. Así, el propio Dr. Burhami afirmó en una ocasión que los tratados de paz con Israel y con otros infieles deberían ser respetados; es decir, hasta que los musulmanes sean capaces de incumplirla y de emprender una ofensiva victoriosa.
De todas formas, los salafistas son mucho más francos y sinceros que otros islamistas menos claros, concretamente los falaces Hermanos Musulmanes que, ahora que han sido derrocados en Egipto, muestran su verdadero rostro, el del terrorismo, y con ello han provocado que vuelvan a ser prohibidos en el país.
Segunda: por supuesto, muchos musulmanes (puede que la mayoría de ellos) rechazan la última fetua de Burhami, la del “marido cobarde”, y están de acuerdo con el artículo de opinión antes mencionado. El problema, sin embargo, es que, como de costumbre, si bien están de acuerdo con que semejante comportamiento es inapropiado para un marido, en el ámbito de la jurisprudencia islámica resulta difícil discutir la lógica seguida por el clérigo salafista. Empleó quiyas, un instrumento legítimo de jurisprudencia, y el imán cuya argumentación siguió está ampliamente reconocido como una autoridad del islam suní.
Además, y pese al tono sarcástico del artículo, las mujeres, de hecho, a menudo son presentadas como poco más que pertenencias de los hombres en las escrituras islámicas.
Éste es el problema principal al que se enfrentan todos los musulmanes moderados: a pesar de lo que quieren creer y debido a diversos factores históricos y epistemológicos, están fuertemente influidos por el pensamiento occidental (proteger a las mujeres y a los más débiles en general, la caballerosidad, es una innovación cristiana), así que cuando se encuentran con doctrina islámica que no pueden comprender, se comportan colectivamente como si esa doctrina no significara realmente lo que significa.
Pero los salafistas saben exactamente lo que significa.
Tercera: la última fetua es un ejemplo del atractivo del salafismo. Esta corriente del islam literal no ofrece nada profundo ni espiritualmente satisfactorio, pero brinda respaldo divino al egoísmo descarado; en este caso, a dejar que violen a la propia esposa en interés propio.
Justificar el egoísmo no se limita a protegerse a uno mismo, sino a gratificarse, especialmente en el contexto de la yihad. Se podría seguir y seguir con las otras fetuas salafistas que permiten la violación, el incesto y la prostitución para aquellos que luchan para reforzar al islam. Incluso un héroe de renombre, como Jalid ben al Walid (la Espada de Alá), honrado en el mundo islámico por sus conquistas yihadistas, era, desde un punto de vista menos hagiográfico, poco más que un asesino de masas y un violador sádico.
De forma más general, los musulmanes de tendencia salafista creen que a todos los que no sean musulmanes se les puede engañar, estafar, robar, explotar, esclavizar y/o matar, todo ello en interés del propio musulmán, que es considerado uno con el interés del islam.
¿Por que lo creen? Porque, desde un punto de vista salafista, todos los infieles no musulmanes libres que no se someten a la ley islámica, la sharia -como, por ejemplo, los norteamericanos o los europeos-, son enemigos natos, o harbis, y, por tanto, son un objetivo legítimo.
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