El Mr Satan del fútbol
Mantuvo una carrera profesional de 20 años como futbolista, pero nunca tuvo las condiciones para serlo por lo que es considerado el mayor estafador de la historia del futbol.
El brasileño Carlos Henrique Raposo tenía una habilidad para mentir, “cualidad” que aprovechó para fichar por algunos equipos sin disputar un solo minuto. ¿Cómo lo hacia? Raposo le sacó provecho a la poca tecnoclogía que había en la década de los 80 y a las buenas relaciones que mantenía con personalidades vinculadas al fútbol. Es así como consigue su primer contrato, en 1986 con Botafogo. Mauricio, ídolo del club carioca y amigo de Raposo fue el nexo para que el “jugador” fiche por el equipo en el que nunca jugó. “Hacía algún movimiento raro en el entrenamiento, me tocaba el muslo, y me quedaba 20 días en el departamento médico. En esa época no existía la resonancia magnética”, recuerda Raposo. Así se las ingenió hasta cumplir su contrato.
Su siguiente “víctima” fue el Flamengo, donde tenía otro amigo: Renato Gaúcho. En los entrenamientos buscaba lesionarse para pasar más tiempo en la enfermería. México (Puebla) y Estados Unidos (El Paso) fueron los siguientes equipos de este habilidoso estafador. "Yo firmaba el contrato de riesgo, el más corto, normalmente de unos meses. Recibía las primas del contrato, y me quedaba allí durante ese periodo". En 1989, Henrique retorna a Brasil, al Bangú, donde vivió una de las anécdotas más recordadas por él. Fue convocado por el técnico del equipo en ese entonces para un partido oficial. Se encontraba calentando, era inminente su debut. Esto tenía asustado a Raposo, que tuvo que ingeniarselas para “zafarse” del onceno titular. Actuó rápido, fue donde un aficionado con el que tuvo una discusión, lo que derivó en su expulsión. Cuando sus compañeros y el técnico -molesto por la acción- llegaron al vestuario para reclamarle, este se justificó. “ Dios me dio un padre y después me lo quitó. Ahora que Dios me ha dado un segundo padre –refiriéndose al técnico- no dejaré que ningún hincha lo insulte". Con estas declaraciones, se ganó al estratega, que lo besó en la frente e hizo que le renovaran el contrato por seis meses más.
Tras un paso fugaz por Guaraní y Palmeiras, Raposo “cruzó el charco” y llegó al Ajaccio francés. En el día de su presentación, el jugador notó que el estadio estaba lleno y habían muchos balones por lo que imagino que en ese momento iba a entrenar. Se puso nervioso porque pensó que iba a verse descubierto que no tenía habilidad con el esférico. Pensó rápido y pudo zafarse de la situación. “Salté al campo y comencé a coger todos esos balones y patearlos hacia los aficionados. Al mismo tiempo saludaba y me besaba el escudo. Los aficionados enloquecieron. Y en el césped ya no quedaba ni un balón”. Con ese gesto, Raposo se había ganado a la hinchada sin haber siquiera disputado un minuto de juego. En la actualidad, Raposo señala no arrepentirse de sus mentiras. “Los clubes han engañado y engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse por todos ellos", simplente el mayor estafador de la historia.
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