El observador se cree diferente de lo observado y, por eso, juzga, opina, recuerda, compara, analiza, elige. Y en esa elección sobre lo que le gusta o disgusta al observador se genera todo conflicto: lo que tengo, lo que no tengo, lo que deseo pero no obtengo, lo que pudo haber sido, lo que debería ser, la frustración de una mente que desea poseer, y queda automáticamente poseída y prisionera de su propia irrealidad.
El observador y el observado son lo mismo. El observador no existiría si no existiera eso que observa. Lo observado sólo existe en función de que haya un observador. Si comprendemos la unidad, la misma energía divina que hay en nosotros y en eso que creíamos separado de nosotros, va cesando el rechazo, la resistencia, la valoración, la opinión, la creencia, todo lo que ha sido hasta ahora clara fuente de separación y sufrimiento.
Dicen los avatares: “El pensador, el acto de pensar, y el pensamiento son exactamente lo mismo. Quien ama, el ser amado y el amor en cuestión, son la misma energía”. Donde antes veíamos separación, ahora veamos unidad. Respiremos y amemos. Lo demás es puro cuento.
Hagan este pequeño ejercicio: con los ojos abiertos observen el cielo nocturno o una fotografía del cosmos. Vean todas las estrellas, visualicen el espacio cósmico infinito que está lleno de billones de estrellas.
Imaginen que todas las estrellas desaparecen. Entonces, ¿qué es lo que queda? El espacio. Ahora cierren sus ojos y hagan exactamente lo mismo con su espacio interno. Imagínenlo lleno de estrellas y de luces, e incluso colores. Ahora imaginen que todo desaparece y se disuelve en la oscuridad. ¿Qué queda entonces? ¿No es acaso lo mismo? ¿No es el mismo espacio interno infinito? Ahora imaginen el espacio interior y exterior uniéndose, fundiéndose uno en el otro, ya que realmente son lo mismo.
Permanezcan en esa expansión silenciosa de conciencia tanto como puedan, sin pensamientos o imágenes mentales. Ese espacio, exterior e interior, es uno, no está vacío porque está lleno de conciencia, y tú eres consciente de él, en él, con él. Esa es la existencia plena.
Practiquen esto y habrán llenado la única condición requerida para la autorrealización.
Háganlo tantas veces como puedan, y estén completamente conscientes de que la entera creación cósmica de nombres y formas con los millones de universos multidimensionales, existe solamente dentro de la conciencia y por lo tanto nunca está separada de esa fuerza básica que es siempre pura, y eterna, conciencia.
Nada en absoluto existe fuera de la conciencia.
Toda la creación existe siempre y solamente dentro de la conciencia.
Toda la creación está simplemente imaginada por el ser dentro de sí misma y no es más que un sueño o una proyección de la conciencia, de la fuente de la que todo surge.
Lo que tantos sabios en el transcurso de los siglos llaman Dios.
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