Se cuestiona uno como ser gregario con la locura y el delirio de lo egregio, porque cada quien tiene en su cabeza un filósofo tosco, con mirada de revolución fallida, que con el tiempo se embriaga tanto de cinismo que se vuelve un abogado con la vesania de un bufón ceñida a sus sienes…
Pero no nos desviemos, no nos extraviemos en nuestra propia queja, no seamos tan abogados.
Se pregunta uno acerca de la vida, y más aun, sobre la posición del hombre en ella. ¡Como incrustado en un exquisito cáliz de oro! Pero, ¿qué seremos, una gema o un guijarro?
Y también se pregunta uno sobre la libertad, por eso es enfermizo e insidioso contemplar el cielo o el mar, porque es en ese momento en donde más se anhela.
¿El hombre, aquel gran señor entronado, es dueño de qué? -creo que si filósofo todavía posee un poco de honestidad- ¿Qué le pertenece al animal hombre? ¿Y, realmente será propietario de sí mismo? ¡Propietario de la insensible sombra de la nada! -y de nuevo el filósofo que en las noches nunca se me queda quieto- ¡Pero, sí que tiene dueños el señor!
El dueño del hombre es la libertad viciada, es decir, una esclavitud con corbata; el dueño del hombre es el anhelo, el vicio y la virtud; el dueño del hombre es la férrea moral y su ponzoña verde; el dueño del hombre es el trabajo en las minas y en los maizales y en las fábricas; el dueño del hombre es la agenda y las citas y los horarios serpentinos; el dueño del hombre es el discurrir de otro y el pensar de los muertos; el dueño del hombre es el hambre, el sueño y el apetito sexual; el dueño del hombre es la amenaza, la peste y el amor deformado por el látigo del capataz; el dueño del hombre es su propia sombra o ¡la penumbra incierta de un corazón ajeno!
Así que… ¿Qué es lo que nos pertenece en la vida bella? ¡Ni las cadenas ni los brazos ni los ojos ni los pies! ¡La mente sí, la mente sí! -gritan los esbirros de Riso Risón- Pero, ¡ay de la mente!, pobre macilla etérea, tan deformada por el entorno, tan confundida por el tiempo impuesto a punta de fusta, agua y roca; ¡porque ni pan viejo dan!
¿Qué nos pertenece? ¿Seremos tan sólo la voluntad de todos nuestros dueños? ¿Qué nos pertenece?
L. E. TORRES
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