Round a round con el boxeador que le dirá adiós al profesionalismo este año. Maravilla Martínez habló de todo, de su obra, del adiós y hasta de su sexualidad. Una charla a fondo.
Desde el rascacielos se ve hacia un lado la inmensidad del cemento prepotente. Hacia el otro, el ángel nostálgico de la Manhattan de Woody Allen. Nueva York, la madre de las megaciudades, le entrega un día de negocios, en el final de 2012. “Nos vemos el martes”, le dicen a Sergio Martínez.
Maravilla tiene una semana para deambular por la ciudad que es muy conocida para él. “Me compré el aéreo y no lo dudé”, recuerda. Es una semana de “nada para hacer” y él decidió: Nueva York-San Pablo-Córdoba. Un auto de alquiler lo esperaba en Pajas Blancas y, de allí, hacia Capilla del Monte.
“Yo siempre iba al Uritorco, de chico. Iba con amigos en carpa y siempre estoy regresando, prácticamente todos los años”, cuenta en la charla con Día a Día, con una sonrisa, el boxeador “standapero”.
–No te creo que dejaste Nueva York para venirte a Capilla…
–Te lo juro. Es uno de mis lugares preferidos. Para siempre. He venido un montón de veces. Tengo una gorra armada con una melena que me suelo poner para andar de incógnito camuflado, pero en Capilla soy uno más. Me instalo campo adentro, en una cabañita sin conexión a internet ni televisión.
Maravilla está en Córdoba, viviendo su sueño de la actuación. Y vive en Capilla del Monte, allí donde estuvo todo el verano, descansando entre actuación y actuación en Villa Carlos Paz. El ex campeón del mundo de los medianos del Consejo Mundial de Boxeo vivió eso de subirse a las tablas. Otra faceta. Ya a los 40 años, Maravilla habla de todo: de su vida pública y privada. Del futuro como artista y como boxeador.
Y el comienzo es casi siempre el mismo. Esa historia de que Martínez era un boxeador “hecho”, pero desconocido en la escena nacional. “Lo que pasó a nivel popularidad se lo debo al “Bailando” (el programa de Tinelli), a (Daniel) Tognetti y a (Alejandro) Fantino, con una entrevista que me abrió las puertas. Yo vivía hacía 10 años afuera y eso salió bien porque me ayudó a conseguir el combate de (Julio) Cháves Jr. y el de Vélez (ante Murray). Fue así.
–¿Cuál es el balance que hacés de tu paso por esta temporada teatral?
–Muy positivo. El primer objetivo era ir aprendiendo lo que era estar arriba del escenario y tuve una evolución a las tres semanas que estaba casi logrado. Y la mejor sensación es que el público se ponga de pie para aplaudir el relato de mi vida. Las expectativas eran chiquitas y al final fue todo muy grande.
–¿Y cómo te llevás en este ambiente, con la crítica, con los rumores?
–Me imagino que igual que la mayoría: de una manera muy incómoda. Eso de la prensa amarilla, sensacionalista, esa prensa que quiere meterse en los zapatos míos y debajo de la cama, entre las sábanas mías para saber qué hago, con qué mina estoy… Es incómodo…
–Te pasan como en un escáner…
–Constante. Siempre estás a prueba. Bueno, ahora parece que dicen que soy gay o hace tiempo que lo dicen. Eso me tiene bastante sin cuidado…
–¿Reparaste en eso? ¿Qué se pegue ahí, en la sexualidad?
–Yo noto que eso sale de los medios a los que no suelo darles ni bola. Entonces acá está, soy yo y vamos a pegarle por donde mejor le llegue, a su familia, a su madre y a su novia. Y si no sabemos quién es su novia le inventemos un novio… Para que yo reaccione… Tengo una pareja de unos 30 años, hace poco y no es del ambiente. Y si se enteran quién es capaz que la empiecen a volver loca… Entonces, si no querés decir quién es, vamos a decir que sos gay y vamos a pegarte una docena y media de patadas en los huevos. Pegarme golpes bajos hasta que reaccione. Eso es trabajar en un nivel bajo. Yo me voy a manejar en un nivel un poquito más arriba. ¿Quién me lo dice? Una docena de boludos que están acostumbrados a trabajar y a moverse en las miserias de la gente, porque nosotros todos las tenemos. Y están juzgando y prejuzgando como si fueran ejemplos.
–No tenés previsto salir del closet entonces…
–(Risas) No, ja no… ¿Sabés? en un móvil en vivo un periodista me preguntó: “¿Sergio vos sos gay, sos maricón?”. Y le digo: “Vos tenés unos huevos porque no me tenés cerca”. Andá a decírselo al Roña Castro. Te pega a vos, al cámara, al sonidista… le digo: “Boludo, no hagas eso”.
–¿Es un roce y un entorno inevitable?
–No. Yo creo que es evitable. A veces hay cosas que uno no puede manejar como las decisiones de otras personas, pero sí que son evitables.
Maravilla le da un sorbo al café en la confitería del Amerian Hotel de Villa Carlos Paz. Se prepara para una nueva función en el teatro, con su obra A veces me dicen Maravilla. Pasa la actriz Gladys Florimonte y lo saluda como a un par. Con afecto. La charla sigue. El café también.
–Hablemos de esa rodilla…
–Está todo muy lastimado. Tengo rotos los meniscos y hay que sacar todo eso de la rodilla derecha. En la parte interna se me rozan los huesos. Por eso modifiqué mi calzado, como la parte externa de mi suela que tiene un centímetro más alto, sino choca hueso con hueso y veo estrellas del dolor… Tengo artrosis. Me tienen que cortar un pedazo de la tibia y peroné y poner una prótesis y parece que voy directo al quirófano. Es una cuestión de salud. Parece ser que no zafo de la operación. Se define a principios de abril y se va a saber qué podré hacer, si puedo seguir o no.
–Si se puede dar tu continuidad deportiva, ¿sería una pelea más?
–Sería una pelea más…
–¿Una pelea de retiro?
-Sí, capaz que sí. Hoy me veo en el espejo y me digo: “Tenés que pensar en el retiro, déjate de joder”.
–¿Mirás más atrás que hacia adelante ya?
–Sí, es un peso más para querer seguir adelante. Soy consciente que cuando tenía 33 ó 34 años estaba jodido económicamente. Tenía un montón de trabajos, de sol a sol. Porque no tenía para comer. Hoy en día la situación cambió.
–Tenés una vida hecha…
–Sí, puedo vivir bien. Económicamente tengo todo resuelto.
Maravilla está también en el negocio del boxeo. Con su Team Maravilla en España y con las promotoras yanquis en contacto, preparando el futuro fuera del centro del cuadrilátero, pero aún alrededor: “He hablado y hablo con pesos pesados. Las televisoras y los promotores. Con la palabra se da un paso muy grande. Es un manejo de alto nivel”.
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–¿Qué mirás hacia atrás?
–La derrota con Paul Williams en 2009 (inolvidable actuación en una caída por puntos). Eso fue el salto hacia adelante. La pelea en Inglaterra (triunfo en Manchester ante Richard Williams por decisión unánime), la pelea de Cháves (campeón mundial mediano CMB, por puntos en Las Vegas, en 2012)… Fue un gran momento, pero el momento para enmarcar en mi carrera fue aquella pelea en Inglaterra. Cuando entrenaba en la calle. Estaba muy mal, muy quemado, pasando de las peores épocas de mi vida a nivel personal, no me sentía nada bien, deprimido, separado de mi novia. Todo eso hizo que fuera un antes y un después, a los 28 años, el quiebre en Manchester para darle para arriba. Pasito a pasito, pero siempre fue todo para arriba. Tenía gente muy tóxica que me rodeaba y me la pude sacar de encima, que no vale ni la pena nombrar. Lo de Cháves fue la pelea cincuenta y pico… Ya hacía 17 años que boxeaba. Fue la frutilla, el “ya está”. Consolidar el nombre en Estados Unidos. Había ganado varios premios antes, en Estados Unidos, y el 2012 fue la consolidación.
–¿Sentís que tu última imagen arriba del ring fue demasiado dura la crítica o estuvo bien?
–Lo veo bien. Yo tuve una lucha muy grande con mi propio cuerpo, con fracturas y seguía igual. Yo di cien veces menos lo que podía y Cotto dio lo que le alcanzaba y sobraba en la pelea (no logró salir del rincón en el 10º asalto ante el boricua, el 7 de junio del año pasado). Para mí hubiese sido un fracaso no ir. Perder no es un fracaso. Fracaso es el conformismo. La derrota estuvo bien. Me quité una mochila diciendo: Perdí y ya está. Si iba en plan de divo creo que fracasaba. Perdí bien.
–¿No tendrías problemas si esa es tu última imagen como boxeador?
–No, no tendría drama, puede llegar a pasar. Hay grandes probabilidades de que así sea y me lo tomo con calma. No perdí en Claypole, perdí en el Madison. No es lo mismo caer de culo en el Madison que caer sentado en el patio de mi casa.
–¿2015 es el año del retiro?
–Este año puede marcar el final de mi carrera. Va a depender primero de mi pierna. Yo voy a sentirme con ganas si me va muy bien. No es difícil que sea en Argentina y no estaría nada mal retirarme en la Argentina. Estaría muy bien que así pueda ser. Me imagino ya mentalizado en una última pelea, ya no quiero más. Odio perder, me gustaría retirarme con una victoria. Revertir la última (ante Cotto). Todavía me miro y tengo un bicharraco que quiere pelear. Pero este viejo se va con la frente bien alta.
“Floyd le va a pegar por todos lados”
La última gran noticia que dio el boxeo mundial es el choque confirmado, para el próximo 2 de mayo en Las Vegas, entre Floyd Mayweather Jr. y Manny Pacquiao. Maravilla conoce de cerca a ambos y vacitinó un triunfo amplio de “Money”, el favorito para la mayoría.
“Floyd le va a pegar por todos lados”, expresó y agregó: “Para mí lo gana Mayweather y le va a pegar lo que no está ni escrito en la biblia. Sucede que Pacquiao cayó y cobró (con Márquez). Mayweather nunca cayó. La última vez que se comió una mano, una derecha, fue Mosley en el 2011 en el MGM una derecha en el segundo asalto. Estuvo unos segundos groggy y así supo qué hacer. Después, el Chino Maidana le pegó por todos lados, pero no le llegó bien. Mayweather no quiere recibir golpes y está muy bien”.
–¿Qué opinás de ese boxeo más “defensivo” y de lo que hace con su personaje?
–Está bien. El boxeo bien hecho es sano. Si salís a matar o morir, en algún momento te va a tocar morir. Da un show y conserva su campeonato y lo hace de manera magistral. Detrás de cámara es un tipazo y vende un gran personaje delante de las cámaras, como lo era Ali en su momento. Mayweather es un verdadero maestro.
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