La administración de Rosas, sus presupuestos y sus finanzas:
La administración de Rosas es lo más perfecto que entre nosotros haya podido hacerse.
Durante su primer gobierno, tuvo cinco ministerios. Ahora sólo tiene dos: Relaciones Exteriores y Hacienda. Al Ministerio de Gobierno lo atiende un oficial mayor. Pocas oficinas y escasos empleados. Muchos expedientes. Todo ha de hacerse por escrito, de acuerdo a la minuciosidad del gobernador. Lo relativo al ejército va directamente a él: licencias, ascensos, sumarios. Él escribe al margen su resolución. Redactar los borradores de todas las circulares. También está en sus manos el movimiento del Ministerio de Gobierno y dirige las Relaciones Exteriores.
Los presupuestos de Rosas son de una precisión científica. Los gastos y los recursos se equilibran a la perfección, y si hay déficit es debido a los gobiernos anteriores, al bloqueo francés y a las guerras. Se economiza de una manera asombrosa. La Contaduría anota entradas como ésta: “Sobrante de rancho, en enero, de la milicia al servicio del Primer batallón de voluntarios rebajados, cinco pesos”. A don Pedro de Ángelis, redactor de La Gaceta, y después del Archivo Americano, Rosas le exige emplear el más pequeño cuerpo de letra y dejar un margen insignificante. De este modo llega a ocurrir –hecho muy raro en cualquier parte- que se gaste menos de lo votado por la legislatura: nueve millones en 1844.
La Tesorería General publica una cuenta diaria, y el primer día de cada mes, el haber hasta la fecha. También se publica ese día la cifra del monto de las Letras de Tesorería, el número y la cantidad de los billetes en circulación, la cuenta de la Receptoría, y las entradas y salidas de la Contaduría. Esta posibilidad de controlar día a día la administración, constituye un caso único en el mundo entero.
Rosas nada oculta. Los sueldos que se pagan a los indios; las cantidades para ciertos delatores, como los que descubrieron la conjuración de Maza; las sumas otorgadas en premio a los que impidieron embarcarse a Lynch, Oliden y Mason, y mataron a tres de ellos; los dineros que corresponden a los que entregaron la cabeza puesta a precio de tal cual unitario; la recompensa al que mató a Lavalle, todo figura en la lista de gastos.
Los impuestos no son muchos ni excesivos. En 1844 crea impuestos nuevos, como uno a los perros, que subleva a los unitarios. Las entradas de la administración proceden, además de los impuestos, de las rentas de Aduana y las suscripciones voluntarias. Las entradas aduaneras, casi nulas durante los años 1838, 1839 y 1840, por causa del bloqueo francés, aumentan considerablemente en los años que siguen, hasta el año 1845, que comienza otra vez el país a padecer por culpa del imperialismo europeo.
Cada día entra buen número de barcos. El 7 de enero 1843, día que he tomado al acaso, hay en el puerto ciento veinte, pertenecientes a diecisiete naciones. Figuran en primer término los ingleses, con veintisiete; los sardos, con veinticuatro; los americanos, con trece; los brasileros, con once; y los franceses, con diez. Las suscripciones son colectivas, y tiene por objeto ayudar al gobierno en tal o cual guerra. Cada año hay una o dos de estas suscripciones gigantescas, en que contribuye toda la provincia, pueblo por pueblo, parroquia por parroquia, regimiento por regimiento, y que, si bien sólo comprende a los federales, equivalen a impuestos extraordinarios.
Las finanzas de don Juan Manuel son muy sencillas. No hace empréstitos en el extranjero, pero sí empréstitos internos. En 1844 se ha extinguido más de la mitad de la deuda pública, y la amortización continúa. Su gran recurso financiero es la impresión de billetes. No procede sin autorización legislativa. La Sala ha demostrado al principio cierta independencia al no autorizarle a emitir papel moneda sino por las cantidades estrictamente necesarias para cubrir los déficit. Luego, le da carta blanca. Es claro que con estas emisiones el papel moneda se desvaloriza. Pero Rosas obliga a aceptar los nuevos billetes por el valor escrito, y nadie tiene el coraje de rechazarlos. De este modo original, Rosas ha salvado al país de la catástrofe económica. El país sigue viviendo y, sin excesivas inquietudes, en medio de sus dificultades, engrandeciéndose y enriqueciéndose.

Manuel Gálvez
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