Es sabido que los ecologista y los seguidores de la nueva era son gente mala y egoísta que se odia a si mismo no aceptando la naturaleza humana, veamos lo motivos.-
Conviene resumirlos y recordarlos de vez en cuando. Cuando critico al ecologismo no lo hago desde una actitud inconsciente y radical, sino desde la convicción de que lo que mueve a esta bioideología, que como cualquiera, se dedica a acomodar a sus deseos las conclusiones científicas (Dalmacio Negro Dixit), no son el bien de la humanidad, el respeto del medio ambiente o la libertad individual, sino un engendro falaz, misántropo y metafísico.
A continuación voy a detallar los cuatro vicios más destacados:
1. Vicio epistemológico: los ecologistas se valen de supuestos hallazgos de tipo científico como garantía y respaldo de sus propuestas positivas. Lo cierto es que la modelización, en concreto aquella que se centra en el estudio del clima, su devenir y la incidencia de la actividad humana en su abrupta, definitiva y catastrófica variación, es cuanto menos deficiente. Lo es porque el objeto de estudio, el clima, la atmósfera, los ecosistemas, es de tipo complejo, donde los elementos relevantes son muchos más de los que conocemos, y lo que es más importante, los vínculos y relaciones entre ellos superan nuestra capacidad de generar modelos predictivos fiables. Desconocemos el histórico climatológico, por muchos que sean los retazos que del mismo se hayan estudiado. Pero es que además no estamos en disposición de lanzar predicciones, ni siquiera de tendencia, salvo en términos muy generales sobre la interrelación de factores muy particulares, es decir, ceteris paribus, dos, tres o cuatro elementos, sin que todo lo demás cambie. Ese es el instrumental y la metodología de los estudiosos del clima. Si añadimos la complacencia recurrente ante cualquier hallazgo que sirva de coartada o parezca validar conclusiones predefinidas, parece obvio que mientras dure el imperio ideológico del ecologismo, la climatología sufrirá un grave lastre en términos estrictamente científicos.
2. Vicio estático o de equilibrio: conectado con el anterior, y manteniendo todos los defectos teóricos de corte malthusiano y neoclásico, el ecologismo no comprende la naturaleza del tipo de conocimiento que favorece la coordinación y el ajuste social. Parte de elementos dados, de un conocimiento expreso y una información perfecta, que conducen hacia una situación de equilibrio que solo la irrupción de la libre iniciativa, la persecución de fines particulares o la acción del emprendedor son capaces de arrumbar. No entienden que son estos tres elementos los que contribuyen a que el conocimiento se expanda, se eliminen las situaciones de malestar. El miedo al cambio es una de las características fundamentales del ecologismo: su visión del clima es estática, completa y perfecta. Lo es también su visión del orden social y del ser humano. Sus esquemas siguen la siguiente lógica: a una tasa de crecimiento demográfico x, con un consumo de materias primas y, el fin del mundo llegará en 2014. Y no admite contestación, porque puede incluso que el cálculo esté bien hecho. Lo que olvidan es que si hoy en día, los 8 millones de individuos que hoy habitan en Londres siguieran utilizando bestias para su transporte y desplazamiento, como lo hacían en 1800, efectivamente no se podría vivir en la ciudad y tampoco existirían recursos para sostener semejante situación…
3. Vicio religioso. El ecologismo es una ateología, una religión secular, no trascendente, que lucha por hacer de este mundo el cielo que otros sueñan para la otra vida. Es por ello que el ecologismo es opuesto a la libertad individual y apuesta por la acción totalitaria, ejercida un aparato de coacción cuyo poder no encuentre resistencia. No se trata de mero conservacionismo del medio, sino de acción positiva sobre el mismo, construyendo un ecosistema idealizado ajeno a la irrupción del ser humano. El Hombre debe integrarse en su medio sin perturbar las relaciones que le son extrañas. Un absurdo, dado que cualquier especie, animal o vegetal, hace todo lo contrario. Pero el Hombre, habiendo tomado conciencia de su relevancia y poder destructivo, debe hacer penitencia y soportar la carga de un medio natural perfecto e inhumano. El ecologismo parte de esta máxima para fijar las prácticas, renuncias y dogmas de fe de quien tome conciencia de su verdad pero, al mismo tiempo, no le quede otra opción que seguir viviendo en el mundo humano, industrial y acomodado a las necesidades del Hombre. La contradicción o la doble moral son comunes en casi todas las religiones.
4. Vicio moral. El ecologismo comprende que bajo su esquema limitado, estático y perfeccionista, el 90% de la población mundial, si no más, sobra. También comprende que aun en el caso de existir medios de producción de energía, como el recurso a la tecnología nuclear, que son mucho más limpios y eficientes que paneles solares o molinillos, su deseo de decrecimiento y regresión, convierte los residuos de las centrales atómicas en un grave peligro para la arcadia feliz e infracapitalizada con la que sueñan: la energía nuclear solo tiene sentido cuando se apuesta por un orden social expansivo, donde el conocimiento del mañana permitirá solucionar problemas de hoy, como puede ser el tratamiento de los residuos nucleares. De ahí que, sin reconocer que su bioideología y su religión mundana defienden todo eso, les sea tan complicado argumentar en contra de la energía nuclear. Unido a todo esto, tampoco debe alarmarnos que las prioridades ecologistas no se dirijan a calmar el hambre en el mundo o resolver desajustes masivos, enfermedades y plagas. Lo prioritario es frenar el desarrollo, tener la sensación de que con sus medidas el clima vuelve a un idealizado estado de reposo prehumano, y se cumplen todos sus deseos y anhelos en cuanto a la relación del Hombre con el medio natural. El hambre, la enfermedad o la violencia entre pueblos y grupos humanos, forman parte de los males atribuidos en exclusiva al tipo de sociedad que el ecologismo trata de combatir: son daños colaterales, víctimas del sistema, o sacrificios inevitables, que habrá que aceptar tarde o temprano.
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