INTRODUCCIÓN.
Hace ya algo más de dos siglos que España, perdió sus últimos territorios en América, en una guerra provocada bajo el telón de fondo del interés creado por los Estados Unidos en apropiarse de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, aunque poco tiempo antes el resto de provincias hispanas se habían emancipado ya en una suerte de guerras de independencia aprovechando la fatalidad de la invasión de la metrópoli sumida en otra guerra tenaz y cruenta contra el invasor francés, y lo hicieron con un sinfín de buenas palabras contextualizadas con algunos tratados de amistad pero con el trasfondo político de una idealizada libertad cuyos principales propulsores fueron unos criollos auspiciados y apoyados sobre todo por Inglaterra cuyo plan se desarrollaba ya desde 1711, culminando así, su ansiada finalidad. Una libertad, que sin generar soluciones verdaderamente propias y eficaces, ayudó a que muchas provincias españolas en América sucumbieran ante las propuestas de nuevas y voraces metrópolis como si cambiar de amo, según dijera el ilustre cubano José Julián Martí, equivaliera a ser más libres, y quizás, mereciera la pena analizar cada una de estas independencias para sopesar el grado de beneficio y libertad adquirida, pero, la razón que provoca este artículo, no es esta, si no la punta de la flecha clavada en el amor propio, por el dolor que supone, porque aún hoy, Hispano-América sigue siendo la hermana pequeña que se alejó antaño, pero que no conseguimos olvidar, y que desde la distancia, nos observa con odio, considerando a España la responsable absoluta de cualquier mala situación política, económica y cultural que puedan padecer aún, en el día de hoy. Nos referimos, como no, a la Leyenda Negra.
Pedimos disculpas por la extensión del presente artículo, pero es necesario explicar no ya las causas, ni los fines, si no las fuentes y la razón desde el sentido común, y no desde el sentimiento de rencor o fatal patriotismo exagerado que conduce al apasionamiento desmedido y a la ciega creencia en un falso mito que no tuvo de verdad, más que lo que su propia finalidad quiera asumir, y esa finalidad, no es otra que cargar de cadenas no al inocente, pues la inocencia es una virtud que España, desde luego no mereció, pero tampoco fue desmedida ni su culpa, ni su sentencia debe ser la carga de conciencia en descarga precisa de quienes auspiciaron precisamente el crimen que han conseguido finalmente inculpar. Damos las gracias previas a la paciencia del lector, y esperamos, de todo corazón, despertar el interés pero, sobre todo, alumbrar con razones feraces el oscuro desconocimiento, o intentar apagar el fuego del profundo rencor, argumentando en su justa medida el devenir de una época de la historia en que la historia misma se teñía de crueldad en todos y cada uno de sus rincones.
Intentaremos apartarnos en la medida de lo posible de manifestaciones más de pasión que de rigor, pese a que en los idealistas en la creencia a ciegas de la Leyenda Negra, estas manifestaciones son además de frecuentes, tristemente inevitables por la fuerte carga ideológica que subyace a este fenómeno hostil siendo utilizado con fines partidistas en un tiempo histórico de la América hispana cargado de culpa y dominado por sentimientos y resentimientos de doble filo, en un terreno fértil para el florecimiento de recelos y reservas mentales que generan a su vez, constantes malentendidos previamente reconducidos a la finalidad de difundir un pliego de cargos contra España que difícilmente podrá tener una respuesta común.
LAS DOS VERTIENTES
La Leyenda negra, es un término inventado por un funcionario del Ministerio de Estado y académico de la Historia de nombre Julián Juderías, que en un concurso literario celebrado en 1913 presentó un libro que sería premiado cuyo título era en un principio “La Leyenda negra y la verdad histórica” y que posteriormente fue publicado con el título más abreviado de “La Leyenda negra”, que sería definida por el propio autor como el ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de España han visto la luz pública en todos los países, los descripciones grotescas que se han hecho sobre los españoles como individuos y como pueblo, la negación e ignorancia sistemática de cuanto es favorable en las diversas manifestaciones de la cultura y el arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello con hechos exagerados, mal interpretados o si bien, falsos en su totalidad. En la imagen siguiente, Julián Juderías, el primero que destapó sistemáticamente las manipulaciones de la Leyenda negra.
Pero, desde luego, en lo referente a la Leyenda Negra Americana, no podemos olvidar a una personalidad muy importante en cuanto a la investigación se refiere, que es Rómulo D. Carbia, un eminente historiador argentino, autor, entre otras muchas obras, de “Historia de la Leyenda Negra hispano-americana” en 1943, aunque si bien no es el único, y ni siquiera, el último, ya que podemos encontrar múltiples argumentos en otros autores destacados como Carlos Pereyra, Constantino Bayle, José Vasconcelos, Salvador de Madariaga, Menéndez Pidal o Ricardo Levene, o incluso al propio Edward G. Bourne de entre los historiadores estadounidenses del siglo XIX con su Spain in América (1904), Arthur Aiton, Irving Leonard, Jhon Tate Lanning o Lewis Hanke y el mismo Huber Herring, entre otros muchos, y por poner algunos ejemplos. En la imagen, Rómulo D.Carbia.
En resumidas cuentas, digamos que la leyenda negra, podemos dividirla en dos partes, la europea, y la americana, y que en ambas se difundió por todo el mundo, con notable éxito, la imagen de una España ignorante, codiciosa, cruel, fanática e inquisitorial, enemiga del progreso y además en la parte americana, ejercitante de la violencia extrema contra los indígenas, en una suerte de holocausto mucho más salvaje y destructor que el que ocasionaron los nazis en la Segunda Guerra Mundial contra los judíos, un robo sistemático de todas sus riquezas en el saqueo más grande de la Historia de la Humanidad hasta dejarlos prácticamente en la miseria más absoluta, después, además, de haber destruido tres grandes imperios, el Inca, el Maya y el Azteca, arrancándoles de sus culturas ancestrales y milenarias y aniquilando además sus creencias y religiones.
Este es el paisaje que pinta la Leyenda negra en una especie de plato culinario previamente cocinado por quienes más adelante vamos a ver, con demasiado sabor a tópico y mito que a la realidad más honesta, y creo que no existe ninguna evidencia o manifestación probada que pueda hacer cambiar esa opinión ni ahora, en el tiempo que nos ocupa, ni en el futuro, por muchas pruebas científicas o incluso documentos históricos incluidos los escritos por los propios pueblos nativos en sus lenguas precolombinas, y además, tampoco ayuda mucho en esta inconmensurable tarea de convencer, no ya de nuestra inocencia más absoluta, pues tampoco es que fuera del todo real, si no de la verdad más simple y pura, habida cuenta de la enfermiza costumbre nacional en auto-inculparse y criticar nuestra esencia a veces, incluso, más allá de la lógica más exigible, y esto último es importante recordarlo. En la siguiente imagen, grabado de algunos aportes españoles según la Leyenda negra.
Es curioso observar que en esta doble vertiente de la Leyenda Negra, que ninguna de las fuentes en las que se basó la Leyenda negra europea divulgada por González Montano, Guillermo de Orange o Antonio Pérez, hicieran ni la menor alusión al caso americano, y por la parte contraria, es decir, por los autores directamente implicados en la difusión de la Leyenda Negra americana como Las Casas o Benzoni omitan cualquier comentario sobre el papel de España en el escenario europeo, sin embargo, se hace necesario resaltar que ésta última tuvo sus puntos de divulgación precisamente en las naciones que se consideraban enemigas de España con una profunda y reconocida hispanofobia como en Alemania a raíz de la llamada Guerra de Esmalcalda (1546-1547), en Francia dentro del contexto de un secular antagonismo histórico y sobre todo, con la rivalidad colonial en el Nuevo Mundo. En Inglaterra por los enfrentamientos entre España y la pérfida Albión sobre todo a raíz del desastre de la Armada Invencible en 1588 y más concretamente durante el periodo de Oliver Comwell, pero la culminación del sentimiento anti- español que supuso un hito de la literatura inglesa antihispánica y contraria a la Iglesia Católica se hizo patente con la obra del ex dominico Thomas Gage. En los Países Bajos, cabe decir que contrajeron un protagonismo indiscutible en su consolidación de la Leyenda Negra con el inseparable hecho de su independencia de España haciendo referencia a la política del Duque de Alba, más concretamente a partir de 1576, la cual fue aprovechada por la misma Inglaterra de Isabel I, sumándose interesadamente a la causa de los Países Bajos. En Italia, ocurría exactamente lo mismo en un paisaje de lucha sin cuartel por acaparar los derechos de conquista o rivalidad colonial, por llamarla de alguna manera pese que debemos confesar que nos desagrada este término, pero sobre todo, por no perdonar la victoria imperial de Carlos I de España crucial en el conflicto entre el Sacro Imperio Germánico y la Liga Cognac entre 1526-1529 a la que el papa Clemente VII dio su apoyo a Francia en un intento por alterar el equilibrio de fuerzas en la región. En la imagen, Carlos I de España y V de Alemania.
Por otro lado, y regresando al sentido de autocrítica del que antes hemos hablado, y exponiendo como dato relevantemente curioso y con la finalidad de castigar en alguna manera las desproporciones de los conquistadores españoles en la destrucción sistemática de las poblaciones y la riqueza indígena, los escritos en La Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), del misionero dominico Bartolomé de Las Casas, la cual, por cierto y de forma curiosa, su primera traducción fue holandesa y apareció en 1578, y los de Antonio Pérez, secretario de Felipe II, más conocido con el seudónimo de Rafael Pelegrino, con su obra Relaciones, en 1594. Digamos que se reprodujeron miles de ejemplares de la obra de Fray Bartolomé de las Casas con ediciones como la que contenían las cruentas ilustraciones de Theodore de Bry. El éxito fue enorme y, posiblemente sin quererlo, el padre Las Casas suministró las mejores armas para las pretensiones sobre el Nuevo Mundo de franceses, alemanes, holandeses o ingleses, curiosamente, los mismos que aprovecharon la situación para bombardear con obras consideradas como las fuentes clásicas de la Leyenda Negra como son los libros de Reginaldo González Montes, cuyo verdadero nombre era Reginaldo González Montano y cuyo libro se publicó en 1567 con el título de “Exposición de algunas mañas de la Santa Inquisición Española, John Foxe y “El libro de los mártires en 1554, y cómo no, el de Guillermo de Orange y su “Apología” en 1580, pero de estos autores y sus obras, hablaremos seguidamente, pues merece la pena conocerlos. En la imagen, otra de las ilustraciones de Theodore Bry.
LAS FUENTES DE LA LEYENDA NEGRA
Ya hemos adelantado antes los autores, y sus obras, y no hemos querido, por el momento, separar lo que más nos interesa, que es la parte americana de la Leyenda Negra, pero nos referiremos a ella en lo que queda de artículo, sirviendo únicamente la andadura paralela con la europea a modo de factor iniciático ya que fue en la Europa rival de España donde se publicaron primeramente los escritos de Fray Bartolomé de las Casas, alma máter, a su pesar, del mito doliente de la Leyenda Negra Americana.
Empecemos pues con saber quiénes eran los padres de esas obras, dejando un poco aparte a Bartolomé de las Casas para un capítulo más monográfico, y hablaremos de González Montano, quien fue un fraile huido en 1557 del Monasterio de San Isidro del Campo de Santiponce en Sevilla a tierras germanas, pero que previamente se había exiliado en Londres por su identidad protestante. Su identidad real, podemos adelantar que todavía hoy, es un misterio, pero sí sabemos que en Sevilla hubo una comunidad protestante que sufrió una fuerte represión, y hay diversos autores que lo identifican con el licenciado Zafra, o con Casiodoro de Reyna, o incluso con Antonio del Cerro, fraile apóstata del mencionado convento y ministro de un consistorio calvinista en Amberes. Su obra se publicó por primera vez en Heidelberg, y es un verdadero cuento de terror sobre la Inquisición española deteniéndose de forma demasiado minuciosa en los tormentos y las torturas. Digamos que la labor interesadamente propagandística fue magnífica en todos los casos que suscitaron las Leyenda Negra en general, este fue uno de ellos, convirtiéndose en un Best Seller de la época, de lo que se preocupó de forma especial el área de influencia luterana, aunque fuera aparte de los intereses religiosos creados, no podemos decir que no le faltara razón a la hora de expresar los medios utilizados por la Inquisición en Sevilla en la segunda mitad del siglo XVI.
Jhon Foxe fue un exiliado de la Inglaterra de maría Tudor que se detiene en la rapacidad de la Inquisición y señala como enemigo al propio Papa, siendo los españoles pintados en su libro como víctimas de la Inquisición. Argumentaba a su vez que los protestantes perseguidos por María Tudor podían, al menos, presentar sus argumentos, y es conocido el dato de que el propio Capitán Francis Drake, pirata o corsario inglés al servicio de la corona británica, lo llevaba encima constantemente enseñándolo a los prisioneros españoles.
Guillermo de Orange, el líder de la revuelta de los Países Bajos, quien escribiera toda una serie de panfletos y proclamas contra la corona de Felipe II, y cuya obra no es más que una propaganda genial que ponía especial énfasis en aspectos que sensibilizaban mucho a la opinión pública con todo tipo de detalles pero eludiendo ataques políticos directos al rey, aunque sí acusaba directamente al Duque de Alba o a Don Juan de Austria. Posteriormente hizo referencias sumarias a Las Casas y tuvo lógicamente una gran difusión en el marco de una auténtica industria editorial de panfletos antihispánicos que circulaban por los Países Bajos y en la Inglaterra de las últimas décadas del siglo XVI y primeros del XVII, y hay que decir que nunca se ha publicado la “Apología” en castellano. En la imagen, Guillermo de Orange.
Antonio Pérez del Hierrro, el célebre secretario de Felipe II, publicó en español en Londres en 1594 su obra “Relaciones” con el pseudónimo de Rafael Peregrino. Es curiosa la historia de este hombre, cuyo padre ya había sido a su vez, secretario de Carlos I. Digamos que su obra es un alegato personal contra Felipe II y tuvo mucho más éxito en Francia que en Inglaterra donde, sorprendentemente, era mal visto. La razón de sus escritos se fundamentan en un tema personal, ya que fue acusado del asesinato de Juan Escobedo, a quien había recomendado al rey para ocupar el cargo de Secretario personal de don Juan de Austria, con el ánimo de vigilar y espiar las acciones de este último, y cuya pretensión resultó fallida ya que se convirtió en uno de los más fieles partidarios de don Juan de Austria, Gobernador de las Países Bajos, consiguiendo que el rey aprobara los fondos para sufragar proyectos de paz muy importantes con los Países Bajos, a lo que se oponía Antonio Pérez por tener una serie de negocios ilícitos y apoyo a los rebeldes flamencos, siendo descubierto por Escobedo y denunciado por traición. En la imagen, Antonio Pérez del Hierro.
FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
Como lo prometido es deuda, así lo cumplimentamos, y daremos explicación sobre la vida y obra de este personaje, padre y fuente, a su pesar, de la utilización de sus escritos para conversión profana en gran medida en la Leyenda Negra, en su vertiente americana.
Bartolomé de Las Casas. Su obra Brevísima relación de la destrucción de las Indias, publicada en 1552, llena de apasionamiento y exageraciones, iba a servir en bandeja todo lo que necesitaban los cultivadores de la leyenda negra. Resulta significativo que esta obra lascasiana, cuando se reimprimió en los Países Bajos en 1620, se hizo con el siguiente título: Espejo de la tiranía española en que se trata de los actos sangrientos, escandalosos y horribles que han cometido los españoles en las Indias.”
Fray Bartolomé de las Casas, partió para la Isla conocida como La Española, con Nicolás de Ovando, en 1502 y obtuvo una “Encomienda” de indios. Una Encomienda, era una institución por la cual un español se beneficiaba de los trabajos de los indios, a cambio de adoctrinarlos, haciéndoles cambiar su vida salvaje por una vida sedentaria de trabajo retribuido, y es necesario decir que en muchos casos, el trabajo era necesariamente atroz y despiadado, como atroz y despiadada era la forma de vida en aquella época de la que hablamos, aunque no sea ninguna justificación válida. Ya en 1511, Las Casas oyó a los misioneros dominicos predicar condenando las Encomienda por los abusos que, ciertamente, algunos encomenderos cometían, pero él defendía la legitimidad de tal institución hasta que en 1515 renunció y regresó a España para difundir sus ideas y así, comenzar la lucha en defensa de los indios, dirigiéndose en un principio a un agonizante Fernan do el Católico y posteriormente al Cardenal Cisneros, quien lo nombró protector de indios en 1516.
A todo el mundo sobrepasa la actividad y vehemencia de fray Bartolomé, pero no cabe ninguna duda de que la exageración de las atrocidades era tan ostensible que no mereció demasiada atención, aunque Las Casas, influyó mucho para que los frailes de más razonable indofilia, como Vitoria, y los gobernantes de más recto sentido jurídico como el Virrey Mendoza de México, triunfasen en la práctica, consiguiendo que Carlos V sancionara las conocidas como “Leyes Nuevas”, de las que seguidamente hablaremos. Las Casas sostenía que la conquista del Perú había que abandonarla, pues los incas eran los únicos dueños legítimos del país, y el propio Carlos V se inclinaba al abandono, hasta que Francisco de Vitoria le persuadió que si los españoles se retiraban del Perú, la cristiandad desaparecería de allí, dejando también la puerta abierta a que otras potencias europeas continuaran su pretensión.
Las Casas redactó su obra con el objeto de defender su actuación entre los indígenas americanos frente a los ataques vertidos por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, entre otros. Se trata de una verdadera relación de todos los males que componían el sistema colonial implantado en las Indias, considerados por el dominico como una manifestación de la violencia y del despojo a que eran sometidos los originales pobladores de aquellos territorios. Imagen de Fray Bartolomé de las Casas.
Denuncia el uso hecho por los españoles de la encomienda, institución en la cual Las Casas no ve sino una auténtica esclavitud de la población sometida. Aportando en algunos casos datos poco creíbles, aunque incluidos como parte de una trama expositiva convincente, el fraile obtuvo en noviembre de 1542 la firma regia de las denominadas Leyes Nuevas, que trataron de reducir la explotación de los indígenas por los conquistadores y colonos, ya hemos dejado entrever anteriormente que el interés de los encomenderos no era precisamente acabar con la mano de obra. La Brevísima relación fue el trabajo más divulgado de Las Casas, por ello también el más controvertido y, debido a su traducción a casi todas las lenguas europeas, sirvió como base fundamental para el nacimiento de lo que se dio en llamar la leyenda negra contra la Monarquía Hispánica, en especial en lo referido a su actuación en el continente americano, pero es necesario recordar la época en que Las Casas escribe su obra, que es precisamente la que el llamado Apóstol de los Indios vivió durante los años más duros de las guerras de conquista del llamado Nuevo Mundo. En apariencia, está claro que, a pesar de ser ésta la regla general, no puede negarse que hubo excepciones de abusos y crueldades, y así lo hemos admitido antes. Algunos frailes, sobre todo el dominico fray Bartolomé las Casas, movido por el amor a los indios, protestaron de esos crímenes ante los reyes. Y estas protestas que lo que indican es cómo los reyes tenían abierto el camino para todo el que les ayudase a corregir cualquier abuso, ha servido para calumniar la maravillosa obra de España en América y pintarla como un conjunto de crueldades y durezas.
Fray Bartolomé era indudablemente hombre de buenas intenciones, como ya hemos dicho, pero también era un hombre profundamente impetuoso, y en aquel tiempo, además, un hombre de su categoría humana tenía total libertad de denuncia y opinión, lo que ha hecho que su obra fuera la llave de la Caja de Pandora para las naciones rivales y enemigas de España. Bartolomé escribía arrebatado por un celo pasional, está patente en la graciosa cuenta que algunos han hecho de las cifras de indios que dicen haber sido sacrificados en diferentes regiones de América, y que suman cantidades superiores a las de la población india existente al descubrirse esos territorios.
En resumen, y sin intención de juzgar de mala forma a Fray Bartolomé, podemos significar que fue un hombre celoso en cuanto a la caridad se refiere, y que para vigilar los desmanes y atrocidades, España ya contaba con las autoridades fiscales que ejercían su función, prueba de ello son las conocidas como las “Leyes Nuevas, que eran un conjunto legislativo que para el gobierno de aquellas tierras dio Carlos V, con motivo de mejorar las condiciones de los indígenas en la América española, promulgado en noviembre de 1542, que convenía, aparte de la extinción de las encomiendas, el cuidado de la conservación, gobierno y buen trato de los indios, que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna, que los esclavos existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a mantenerlos en ese estado, que se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de cargadores, sin su propia voluntad y con la debida retribución, que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de perlas, que los oficiales reales (del virrey para abajo) no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías, que el repartimiento dado a los primeros conquistadores cesara totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la Real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio. En la imagen, portada de las Leyes Nuevas de 1542.
Carlos V dispuso que Las Casas discutiera de forma pública su teoría y sus ideas contrarias a toda acción guerrera, con el cronista regio Juan Ginés de Sepúlveda, partidario de las conquistas, y los jueces votaron de forma unánime a favor de Sepúlveda, y vio además cómo sus más allegados misioneros le escribían defendiendo la Encomienda y contradiciendo su doctrina, y en este ambiente, y con moral abandonada y oscurecida, tras haber renunciado a su obispado, falleció en Madrid en 1566.
LA CAÍDA DEMOGRÁFICA O EL SUPUESTO HOLOCAUSTO INDÍGENA
Cabe empezar, como es lógico, por el principio, es decir, por el primero de los mitos o tópicos sobre los que se atribuye la facilidad de los conquistadores españoles a la hora de conquistar territorios tan extensos, merced a una supuesta superioridad técnica debido a las armas de fuego, a la protección de las armaduras y a la abrumadora superioridad de las monturas a caballo, medios fundamentales con los que tanto Hernán Cortés con apenas medio millar de hombres conquistara la capital de un Imperio que contaba con 10 millones de defensores, o Pizarro que con 170 hombres ganara la batalla de Cajamarca contra 40.000 incas, un Imperio que contaba con 16 millones de habitantes, o Jiménez Quesada con algo menos de 700 soldados, o Pedro Valdivia con una docena de hombres, o el mismo Cabeza de Vaca pudieran llevar adelante sus conquistas con tan escasos medios materiales y humanos. Pues bien, resulta que todo esto es totalmente falso, y nos referimos no ya a los medios humanos, si no a los medios técnicos, ya que es menester tener en cuenta que el armamento disponible durante los siglos y XVII durante los que se llevó a cabo la conquista de forma principal, la supuesta superioridad tecnológica no era real en la medida que se le atribuye contra la población indígena, al tiempo que las armaduras, debido al peso de las mismas y de difícil movilidad para el medio, se consideraban más que nada una seria desventaja que una ventaja, con lo cual se recurría a una especie de peto o defensa protectora rellena de diferentes materiales, teniendo en cuenta a su vez que los nativos, eran mejores conocedores del terreno y los medios naturales, y que su número era inmensamente superior y acostumbrados a la práctica de la guerra de forma muy regular, con lo cual, estaban perfectamente habituados al combate aunque una de las técnicas utilizadas por los españoles eran los perros de guerra, también utilizadas por los romanos muchos siglos atrás, y por otras naciones europeas.
Ciertamente, los españoles utilizaban la diplomacia, en la forma de alianzas con una serie de tribus, enemistadas con otras, para enfrentarse a ellas, amén de la estrategia, pero no en la utilización de choque de la caballería para romper, como era habitual en las batallas de la época, las formaciones enemigas, y la razón es muy sencilla, ya que los indios luchaban de una manera desorganizada, con lo cual, las cargas de caballería resultaban no ya innecesarias, si no inútiles, además del dato de que no disponían del número de caballos para este tipo de estrategia, y no existe ninguna crónica que nos de a conocer que se utilizara este sistema nunca. Además de esto, las armas como el arcabuz o la ballesta, tan utilizadas por los tercios españoles en otros campos de batalla, armamento de un disparo único y recarga posterior en un tipo de combate cerrado, como era habitual, carecían de beneficio o ventaja habida cuenta de las circunstancias en las que se desarrollaron los combates.
Desde luego que hubo muertes en las décadas de enfrentamientos, guerras, luchas, alianzas y ofensivas como también las hubo en otros sitios, y con otros protagonistas, y no cabe aquí, en este argumento, desmentir que los españoles invadieran un territorio, pero no en descargo, hay que decir también que si no lo hubieran hecho los españoles, la invasión la habrían efectuado otros, y con efectos parecidos por no decir peores, ya que todos contaban entonces con naves y conocimientos náuticos para hacerlo, estando como estaban entonces en plena expansión marítima buscando nuevas rutas comerciales y fue la casualidad lo que hizo que España llegara primero, o posiblemente, la incierta fatalidad, como quieran llamarlo.
En el siglo XV, los ingleses hicieron lo propio, también los portugueses, los belgas, los italianos y algunos más, como los franceses, pero, las fuentes clásicas de la Leyenda Negra, como Guillermo de Orange y los que anteriormente hemos hablado, se obstinan en obviar de forma tajante, e incluso hoy, en nuestros días, ocurre de forma diferente, pero con la misma finalidad, aunque esto, no esgrime ningún tipo de defensa de nada.
Exactamente lo mismo hicieron los Incas, o los mexicas, por ejemplo, donde los pueblos conquistados por estos eran muchos, y los odiaban a muerte, y hoy en día, todos se sienten de corazón azteca, pero antes, en aquella época, las cosas no eran de esa manera, ellos hicieron exactamente lo mismo para la construcción de sus añorados imperios. Y como dato a tener en cuenta, del que la Leyenda Negra, desde luego, no habla, es la anécdota de Hernán Cortés a su llegada a la costa con apenas medio millar de hombres, y unas tres o cuatro decenas de caballos, y es que las gentes nativas, les animaban a su paso para atacar y apoderarse de la capital del Imperio, Tenochtitlán, y destruir a los tan odiados mexicas, y para esto, contó con la inconmensurable ayuda de un enorme ejército no de españoles, si no de no españoles, concretamente por totonacas, cempoalenses y tlaxaltecas, una realidad que seguramente, no es demasiado conocida, y es que el Imperio Azteca fue destruido por sus propios aztecas, esa es la realidad, y no otra, nadie les obligó a punta de lanza a nada, pero además es que dentro de esa vorágine que alimenta la Leyenda Negra, y como bien dijera el artista mexicano José Clemente Orozco, más parece que fue ayer la conquista de México por Hernán Cortés y sus huestes y cuente con más actualidad que los desaguisados de Pancho Villa. En la imagen, Hernán Cortés.
En el mismo sentido, hay que recordar lo que los escritores más contemporáneos que se aferran a las fuentes clásicas silencian también, como por ejemplo la matanza de más de diecisiete millones de indios en América del Norte por los anglosajones en un intento de limpieza étnica y cultural sin precedentes, diecisiete millones, una cifra admitida por los gobiernos, y exactamente igual pasó en Australia con la población aborigen, y son cifras reconocidas y admitidas de forma documentada, no así el supuesto holocausto del que se habla en la Leyenda Negra española, donde no se encontrará ningún tipo de documento que indique ni por asomo, la imperiosa necesidad de exterminio étnico indígena para efectuar una limpieza del mismo tipo, ninguno, por mucho que se quiera buscar, y en la lengua u origen que se pretenda, a no ser los escandalosos relatos provinentes de las fuentes de la Leyenda negra, a los que escritores más contemporáneos, han venido a dar rienda suelta a una fértil e intoxicadora imaginación en la forma y manera más desproporcionada posible, y como norma, las ilustraciones de Theodore Bry, Johann Theodorus de Bry, o Theodoricus, Theodorus o Thierry de Bry como telón de fondo, un hombre, cuyo origen, no hay más que verlo e investigarlo, y así es el resultado de su obra, pero no nos vamos a entretener en divulgar aquí, y mucho menos, hablar de Theodore Bry para darle una popularidad que no merece, y que sea el lector quien lo averigüe si así lo desea.
También es necesario hacer memoria de otro dato que tanto los clásicos de la Leyenda Negra, como los contemporáneos, así como la enseñanza de la historia en Latino-América fuera aparte de la conquista ya mencionada de Tenochtitlán, y es que en el mismo Imperio Azteca, cada año, se tenía por rito o costumbre el sacrificio de miles de personas pertenecientes a las tribus vasallas o esclavos que eran criados y mantenidos de forma específica para tal finalidad, existe, para quien quiera informarse mejor, abundante evidencia arqueológica e histórica que da cuenta de todo esto, e incluso, en ocasiones, se comían el cuerpo del sacrificado durante un rito religioso. Lo mismo ocurría con los prisioneros de guerra, que en la ceremonia, una vez terminado el ritual y una vez decapitado, su cuerpo era preparado y comido por el guerrero que lo había apresado y su familia, con una gran ceremonia.
El Códice Cospi muestra más pruebas de ello, aparte de las evidencias de las que se hablan, o el propio códice Yoalli Ehécatl, es necesario, pues, retrotraerse a la época en que sucedieron los hechos para tratar de comprender realmente lo sucedido y sus causas, y también se hace necesario argumentar que uno de los hechos que mas horrorizó a los conquistadores españoles, fueron las tremendas carnicerías que practicaban los caciques locales con prisioneros o incluso con su propio pueblo. Los sacrificios humanos en honor de los dioses se contaban por miles, incluso ciertas prácticas de canibalismo eran comunes en muchos de los pueblos conquistados. Cuando los españoles llegaron al nuevo mundo, ciertamente no llevaron la libertad, pero tampoco la destruyeron. La zona estaba dominada por Caciques tan sanguinarios o mas si cabe que los propios colonizadores. El estigma se encarna en que el genocidio en América lo hicieron los españoles y no los británicos, cuando la población amerindia está prácticamente exterminada en los EEUU de América, mientras que en América Latina la gran mayoría de la población o es mestiza o puramente indígena. Imagen del Códice Cospi.
Es imperativo dar la necesaria claridad a este dato, ya que existen determinados factores para explicar el proceso que nos ocupa. Desde hace mucho tiempo, una gran cantidad de libros escritos por novelistas e historiadores muy influenciados de forma interesada en la Leyenda Negra que aseguran que el despoblamiento sufrido en la zona se debió principalmente al trato que los indígenas sufrían por la búsqueda de oro y otras riquezas y al negocio de esclavos. No podemos esconder una profunda indignación al conocer semejantes acusaciones fundamentadas única y exclusivamente por el afán no ya de protagonismo ante una sociedad predispuesta al ensañamiento y culpabilidad hacia los españoles en este sentido, más preocupada por creer a ciegas que por saber e investigar la realidad, fruto de una tribuna de oradores que hacen de la retórica y la demagogia el único argumento de su discurso, e incluso autores más contemporáneos y afines a la Leyenda Negra, dan datos de forma gratuita y estiman la pérdida de población en América en los primeros 150 años oscila en el 95%, más concretamente, el historiador peruano Villanueva Sotomayor sostiene que la zona del imperio inca tenia 15 millones de habitantes a la llegada de los españoles, y que su población era de seiscientos mil en 1620, lo que supone un descenso del 96%. Por el contrario, y como dato relevante, los profesores Cook y Borah, de quienes hablaremos seguidamente, afirman que la población en México disminuyó menos del 3%.
El historiador británico, Henry Kamen, seguidor de la Leyenda negra, analiza, en su obra, la debacle demográfica de la América Española considerando que la crueldad de los españoles fue indudable, pero señalando aún así que para los españoles, el exterminio de los nativos no era el fin buscado, pues no les convenía, pero, ¿cuál era la razón?, pues muy sencilla, y es que los indígenas, eran considerados españoles de derecho, y, por lo tanto, tenían que pagar sus impuestos a la Corona, y al carecer de dinero, lo hacían con trabajo, durante determinado tiempo al año, ¿a quién le interesaba desprenderse de mano de obra gratuita?...tal crueldad, no pudo ser la causa de la catástrofe demográfica que asoló la población nativa, dada la escasez de población española en la zona, y existen estudios científicos que demuestran que la verdadera razón, no es otra que las enfermedades que los europeos llevaron consigo al Continente, tales como la tuberculosis, gripe, tifus, escarlatina, la peste, la viruela…enfermedades para las que los indígenas no tenían defensas en sus cuerpos, y así lo demuestran varios estudios llevados a cabo por determinadas Universidades americanas en enterramientos masivos pertenecientes a indígenas jóvenes y en apariencia bien alimentados sin mostrar evidencia de maltrato corporal de ningún tipo, y así también, por su parte, Jared Diamond, en su obra, estima el impacto de las enfermedades introducidas por los europeos en un 95% de la población indígena, autor sobre todo conocido sobre todo por su libro ganador del premio Pulitzer “Armas, gérmenes y acero, pero para quien quiera saber mas sobre la verdad, existen infinidad de autores que así lo demuestran, y que añadidos aquí, alargarían en consecuencias tediosas el artículo, por lo que nuestra pretensión es despertar el interés del lector, y no el aburrimiento tedioso, en otro sentido, escribiríamos un libro, y no un mero artículo informativo, pedimos disculpas en este sentido.
Nos detenemos por un instante a modo de ejemplo en el interés de una de estas enfermedades, como la sífilis, y que incluso el historiador e hispanista británico Hugh Thomas, autor, entre otros muchos libros, del famoso The Spanish Civil War, en varias ocasiones se ha referido al del declive demográfico de la población indígena en el Caribe, como consecuencia del contacto de aquellas gentes con las enfermedades de los europeos, especialmente la sífilis, o la viruela, que causó estragos, más que las matanzas y los combates. La sífilis, concretamente, tenía el estigma de ser la peor venérea conocida y aún se desconoce su origen exacto inicial. A fines del siglo XV y principios del siglo XVI tuvo lugar en Europa un gran incremento de casos de sífilis coincidente con cambios en las costumbres sexuales, incremento de los viajes marítimos y el descubrimiento del Nuevo Mundo. Se ha podido demostrar, sin embargo, que gracias a las novedosas técnicas de ADN en restos óseos encontrados que datan de la América precolombina que la sífilis ya existía en el llamado Nuevo Mundo, y pongamos por ejemplo los últimos estudios realizados en la Isla de Pascua, pero es un dato que no figura en los libros de historia en muchos colegios y Universidades de Hispano-América, donde se les enseña que los españoles habíamos llevado capas y mantos infectados de virus y gérmenes con enfermedades para acabar de forma masiva con la vida de la población indígena, conocedores, cómo no, de lo que era un virus, una bacteria o un germen en aquella época. Esto último lo digo con cierta ironía, claro está, supongo que será sencillo de entender, pero puestos a desmentir, también se hace necesario acogernos a lo que especifica Alfred Crosby, en su libro The Early History of Syphilis: A Reappraisal. American Anthropologist, Vol 71 (1969), y su relación con esta enfermedad, para demostrar y desmentir mitos.
Sin duda alguna, quien trajo más mortandad que ninguna otra, fue la viruela. Para visualizar mejor este punto oscuro, podemos consultar a Tzvetan Todorov, en “La conquista de América. La cuestión del otro” en 1987, pese al manejo demasiado aventurado de cifras, los argumentos son bastante sensatos, pero, insistimos en que la Viruela, sin duda, fue el causante de la gran tragedia de la que hablamos, la más terrible de todas, a ella nos referiremos después, pero antes permítasenos insistir y desmentir que los españoles, de ninguna de las maneras llevaron ningún tipo de infección como la peste negra, que tras siglos de haberla padecido en Europa, no tenían ni el conocimiento de su propagación, ni la intención de llevarla a bordo de sus barcos con el consiguiente peligro para ellos mismos, con la absurda finalidad de exterminar, casi resulta absurdo pensar por un solo instante en semejante barbaridad popularizada en Hispanoamérica de la forma más burda posible.
Otro de los datos curiosos, es que las estimaciones sobre la desestructuración y el alarmante descenso de población en más de un 90% son estimaciones del estadounidense Sherburne Friend Cook, quien fue un fisiólogo de profesión que trabajó como profesor y presidente del departamento de fisiología en la Universidad de California en Berkeley Los resultados de sus trabajos a menudo han ofrecido cifras más elevadas para las poblaciones precolombinas que las estimadas por otros especialistas con anterioridad, razón por la que su obra no ha escapado a la crítica y a la controversia y así lo desmintió William Michael Mathes en 2005, y otro que ha seguido la misma línea que Kooc, es Woodrow Borah, colega, amigo y colaborador de Kooc, y compañero en la misma Universidad, procedentes de la llamada en términos peyorativos escuela de Berkeley de demografía histórica, acusada literalmente de, y perdón por el término, “inventar indios”, entre cuyos directos colaboradores en la representación podemos encontrar a ilustres personajes como George Foster, James Parsons, John Rowe, Dobyns, Carl Sauer y Lesley Simpson entre otros de la misma escuela. Debe haber pocos historiadores de América Latina y menos aún de México que no están familiarizados con la obra de Woodrow Borah y de Sherbune F. Kooc, sin embrago, contrariamente, no encontraremos muchos que sigan las opiniones de Rosenblat, por poner un solo ejemplo.
Pero la verdadera raíz del problema, es la ausencia de fuentes escritas para ese periodo, y las extrapolaciones poco serias e incursiones apasionadas de profanos en la materia que han recurrido a proyecciones retrospectivas a partir de fuentes más tardías con lo que podríamos llamar, inevitables desviaciones, en contra de otras disciplinas más serias como la arqueología, la etnología o incluso la propia ecología. Los estudios exagerados de población, provienen de una filiación conveniente y convenida a una ideología adoptada a favor de intereses creados no en esclarecer, si no en oscurecer más si cabe, la Leyenda Negra, desviando así la atención de problemas más particulares. Otro ejemplo a tener en cuenta en este mismo sentido de cobertura intelectual hacia la Leyenda Negra es Leslie Michael Bethell, historiador, por cierto, inglés, pese a que la mayor parte de su obra está dedicada al estudio de la Historia de Brasil, y sus trabajos han sido criticados por su falta de cobertura de ciertos temas o la falta de inclusión de algunos debates historiográficos, y cuyos volúmenes han sido a su vez criticados por considerarlos como de difícil manejo debido a la gran cantidad de autores que los componen y una visión más partidista que investigadora, con argumentos basados más en la desmesura que en la realidad historiográfica.
Estudios más serios y mejor contrastados, nos dicen la verdad, y no es otra que ciertamente a raíz del descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo, una variedad de epidemias de enfermedades desconocidas para los indígenas comenzó a llegarles por oleadas y a causar miles de víctimas entre los mismos, siendo la viruela la más terrible de todas, como ya hemos adelantado antes. Si las plagas que los europeos llevaron a América y Filipinas no bastaron para justificar el enorme descenso demográfico de una población que, además, se vio azotada por un trato inhumano, que ciertamente lo hubo, teniendo en cuenta las atrocidades de la guerra por parte de los conquistadores hispanos, pero también hay que recordar que los conquistadores hispanos iban acompañados por indígenas, es decir que no iban solos, y las atrocidades se hicieron a su vez por ambos bandos, desde luego no en igual medida, y no resulta menos cierto que los modernos estudios van abundando en las tesis de que graves enfermedades, como la viruela , acabaron con más de la mitad de los indios de México en el año 1520, tal y como señala el profesor Francisco Guerra en su libro Epidemiología americana y filipina. 1492-1898, una enfermedad que mataba a más de 400.000 personas al año en Europa todavía durante el siglo XVIII, y cabría, para quien pueda acuñar curiosidad, interesarse por la aventura americana del doctor Balmis y Berenguer, con su famosa expedición. Por cierto, es precisamente en México donde los autores más afines a la Leyenda Negra censan el menor descenso de población, y curiosamente tanto Cook como Borah, como ya hemos comentado anteriormente, y quienes afirman, gratuitamente además, que de los 100 millones de habitantes existentes en 1492, se pasó a 4,5 millones a mediados del siglo XVIII, Rosenblat significa que de 12 millones descendió a 10 en ese mismo periodo de tiempo. En la imagen siguiente, Francisco Javier de Balmis y Berenguer.
Otro dato a tener muy en cuenta, y que acostumbramos a pasar muy por alto, es la figura del conquistador, obviando que en realidad, es hijo de su época y que aquellos tiempos, dejaron tales hombres, sin que por ello, pretendamos justificar de ninguna manera sus actos, si no más bien entender su actuación, de la misma forma que puede resultar casi imposible explicar el comportamiento indígena en cuanto a sus costumbres se refiere sin precisar un estudio de los fundamentos de su civilización, por lo que podemos resumir que lo que realmente produjo la conquista, fue el choque de dos visiones diferentes del mundo con unos sistemas de valores antagónicos, y no debemos olvidar que en sí, los conquistadores quedaron impresionados por los avances culturales indígenas en cuanto a su cultura, su organización estatal o su ejército se refiere, pero el sentimiento dominante fue más bien el horror ante ciertas prácticas y en especial, la antropofagia y la sodomía que eran castigadas con penas tales como que los autores fuesen devorados por los perros, escenas que Las Casas pudo describir, y escenas como el enorme trabajo que suponía extraer las riquezas de las entrañas de la tierra o del propio mar, con la consiguiente pérdida de vidas, desde luego, pero de ahí, a valorar todo esto con un holocausto provocado por la vorágine de la ansiedad a la destrucción u la muerte, hay toda una distancia que muchos, se empecinan en salvar de un simple salto.
LAS CONSECUENCIAS
Entre el descubrimiento colombino y la sumisión de los Incas por Pizarro, que marcó el fin de las grandes conquistas, transcurrió menos de medio siglo en una de las más extraordinarias epopeyas de la historia de la Humanidad, con un número increíblemente corto de españoles ya que la expedición de Cortés contaba con 416 hombres y sólo 170 siguieron a Pizarro en su avance hasta Cajamarca, en un hito marcado por la enorme capacidad personal de aquellos hombres con una superioridad moral que hizo posible tal milagro, que hizo posible que aquélla época se caracterizara por una triple unidad humana de comunicación, economía y relación cultural y que, aunque resultado de una larga maduración, se convirtió en la más expresiva manifestación de vitalidad humana y creadora de sus protagonistas, en una experiencia en la cual, se configuraron los sistemas de ideas y se argumentaron opiniones iniciándose así una polémica de implicaciones ética y teológicas además de políticas, se fundaron ciudades, se organizaron cabildos, se crearon gobernaciones y se dio comienzo a una producción económica y al estudio cultural hasta los más altos niveles universitarios, como veremos.
Como decía el historiador e hispanista estadounidense Lewis Hanke, uno de los mayores expertos sobre Hispanoamérica: “Ninguna nación europea se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos nativos tan seriamente como lo hizo España”, y es que ciertamente no solo cuidamos más que ningún otro país nuestra relación con aquellos nuevos españoles, a veces con sus más, y otras con sus menos, sino que el nacimiento del Imperio Español en América supuso, de facto, en inicio de uno de los periodos más prósperos de la historia universal, en un periodo de la historia en el cual la ciudad de México llegó a convertirse en la urbe más grande y rica del planeta, o en el que cuando llegaron las independencias, España había creado un legado que convertía a Hispanoamérica en la región más próspera del planeta, con un nivel de vida y una economía incluso superiores a las de la Europa de entonces y con unas ciudades (como Lima, Santa Fe de Bogotá o México), mucho más importantes que Londres, París o la Roma de aquel momento…Y fuimos quizá tan respetuosos y precavidos, que podemos afirmar que los problemas reales de las independencias americanas no fueron causados por España, sino por los trágicos y mal llamados “libertadores”, que en nombre de una falsa igualdad arrebataron a los indios sus derechos y sus tierras comunales, amparadas por las leyes y los derechos que los españoles habíamos decretado siglos antes, esta es la triste realidad, y no otra, prueba de ello es la historia misma de cada una de esas naciones, para quien quiera aprenderla, o se moleste en indagar.
Nuestra labor en América no tuvo absolutamente nada que ver con genocidios o esclavitudes, y sin embargo sí mucho que ver con el florecimiento en América de una nueva cultura que venía a cambiar para mejor la que nos encontramos al llegar. Se descubrieron sociedades y culturas con un atraso considerable y de forma general inconexas entre sí, que en su práctica totalidad practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, y a las cuales situamos a la cabeza del mundo en pocos siglos. Y es España la responsable de haber trasladado a América el urbanismo, el derecho, las economías estructuradas, la agricultura, las universidades, las catedrales, las técnicas arquitectónicas, la influencia del Renacimiento, la imprenta, la rueda, la escritura, la música, entre otras infinitas cosas, que no cabría enumerar aquí, y que incluso hasta día de hoy, forman parte fundamental en las economías de la América española. Se fundaron 23 universidades en que daban educación a casi 200.000 alumnos de todas las clases sociales y razas (Portugal no fundó ninguna en Brasil durante su periodo colonial, y desconozco si Leslie Bethell lo fundamenta así, mientras que la Inglaterra colonial de entonces, por ejemplo, hasta ese momento se había preocupado más bien poco por educar a sus indígenas), y a través de la península, se hacía llegar a América todas las corrientes intelectuales y las artes que la metrópoli acumulaba.
El mismo Colón, en el primer viaje, trajo unos indios que fueron bautizados con gran pompa y los mismos reyes hicieron de padrinos. Es pueril presentar esta mezcla de razas como mero producto de la mayor sensualidad de los españoles que admitían por eso el trato con las mujeres indígenas que otros pueblos más exquisitos rechazan. Sin negar esto en absoluto, lo cierto es que la mezcla de razas es hija de un concepto ideológico y un criterio particular de ver la vida, que consideraba como seres humanos iguales a los pobladores de las tierras descubiertas, pese a que se llevaran a cabo desmanes que de todas las formas posibles se intentaran castigar.
El emperador Carlos V recibió en su Corte con rango de princesas a las hijas de Moctezuma, enviadas por Hernán Cortés y negoció sus matrimonios con caballeros principales de la Corte que en ello se sintieron muy honradas. Todavía el ducado de Moctezuma ilustra los linajes españoles, que en la actualidad se llama ducado de Moctezuma de Tultengo en referencia al pueblo de Tultengo, en el estado de Hidalgo (México)
El resultado de esta política fue que los países que España conquistó en América, son hoy pueblos civilizados, con una religión cristiana y de forma de vida europea. Las razas se han unido estrechamente en ellos, dando a los “mestizos” y “mulatos”, que son producto de la mezcla de españoles con indios y negros, ¿qué mestizaje han fomentado los impulsores de la Leyenda Negra?. En América del Norte, los “pieles rojas” o indios del país, fueron aniquilados casi por completo. Hasta no hace mucho en Nueva York los blancos y los negros viajaban en sitios separados en los tranvías, y en la India oriental, los naturales del país siguen casi tan salvajes como hace siglos, sin civilizarse ni mezclarse con los conquistadores. Muchos pueblos han conquistado y dominado tierras, España se ha limitado a civilizar el Mundo, ya que la colonización fue más que todo, una empresa de Estado, no olvidemos que en cuanto los españoles llegaban a tierra nueva, al tomar posesión de ella, cuidaban de recordar esto solemnemente: que se ocupaba en nombre del rey, por autorización del papa y para esos fines altísimos. Esto se proclama en alta voz y en presencia de un notario. Parece un poco cándida toda esta ceremonia en medio de la soledad de los campos. Pero ella revela que había un programa y un pensamiento de conjunto que daba orden y unidad a toda aquella obra gigantesca de dominación.
Ni Inglaterra, ni Francia, ni Holanda ni nadie, colonizaron de este modo. La colonización era para ellos un negocio que concedían a una compañía. Una vez concedido, el Estado no tenía nada que ver en el asunto, y la compañía, naturalmente, lo que procuraba era sacar el mejor partido posible de la explotación que le habían concedido. Es de sobra conocido que España, que en el siglo XVI era la más poderosa de la tierra, y cuyo sitio, por ello, aspiraban a ocupar, y finalmente ocuparon otras metrópolis, entonces incipientes, confabuladas todas contra España, fueron las burguesías de esas metrópolis las que crearon la especie de la Leyenda Negra antiespañola, naturalmente que no en beneficio de los pueblos martirizados, a los que ellas mismas someterían a martirio no menos cruel, sino en beneficio de sus rapaces intereses, unos intereses que pasaban por la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa, y que exigía como pedestal, la esclavitud en el Nuevo Mundo, esos eran los intereses comerciales de esas metrópolis La Leyenda Negra fue, pues, una hábil arma ideológica en la lucha intermetropolitana que acompaña al capitalismo y abarca varias centurias, aunque a finales del siglo XVII estaba ya prácticamente decidida en favor de nuevas metrópolis (Holanda, Francia, Inglaterra, grandes autoras de la leyenda Negra). De hecho, los ingleses declararon que Australia era terra nullius–es decir, sin habitantes humanos–y así justificaron el despojo de las tierras indígenas y el saqueo del continente. Arrebataron las tierras fértiles y arrojaron a los aborígenes a las zonas áridas del interior.
Debemos recordar que en España había toda una red de instituciones que unían en todo momento con el Estado la obra colonizadora, y mantenía vivo en ella el sentido de responsabilidad. Primeramente en Sevilla y posteriormente en Cádiz funcionaba la Casa de Contratación para lo mercantil, y para lo político y administrativo el Consejo de Indias con su sala de gobierno y su sala de justicia. Para que los gobernadores y demás funcionarios no abusaran de su poder, los reyes mandaban continuamente a América inspectores que los vigilaban y que escuchaban a todos los que tenían alguna queja o reclamación que hacer, y al volver a España se les sometía al juicio de residencia: escrupuloso examen de su conducta que daba a menudo ocasión a ejemplares castigos, aunque si bien es cierto que en ocasiones escapaban de la Ley, pero toda esta burocracia dio lugar a una organización cuya base popular fueron los “cabildos”, institución municipal, tan nutrida de sustancia democrática, que en su día constituirían la base de los movimientos emancipadores. “España sembró cabildos y recogió naciones”, ha dejó dicho el ilustre peruano don Víctor A. Belaúnde.
En las grandes y no tan grandes ciudades de la América española, podemos ver todo tipo de construcciones de la llamada época colonial, existen una multitud inagotable de estos ejemplos, y podemos observar que estas construcciones, a diferencia de otros imperios sin arte y en muchas ocasiones sin utilidad de ningún tipo, están repletas de lo mejor del momento en cuanto al arte y a la arquitectura se refiere, intentando por todos los medios posibles de tratar a aquellas tierras igual que a la metrópoli, y no cabe obviar la razón, y es que España se sentía madre, o por lo menos, así lo intentó hasta sus últimas consecuencias, con mayor acierto en unas ocasiones, y menos en otras, no se debe obviar a su vez que una parte muy considerable de la cultura hispano-americana proviene de fuente española, sin borrar de un simple plumazo la cultura propia, desde luego, pero mucho más allá de la cultura y la lengua, a los hispanoamericanos les gusta interpretar en muchos casos en su relación con los españoles, que no descienden de los que quedaron, si no de los que fueron, y cuyos hijos dejaron de ser españoles para hacerse primero criollos y posteriormente, mezclados con otras etnias, latinoamericanos, con más o menos fortuna con la vista puesta a día de hoy.
Releyendo este, quizás, alborotado artículo, no es bueno pasar por alto la acusación, o una de tantas, que se hace a los españoles de haber acabado con los grandes imperios maya, inca y azteca, destruyendo sus culturas milenarias y sus religiones, como hemos esbozado al principio. Ya hemos argumentado lo que consideramos razonable y no desmesurado, pero es que además, hay otra cuestión, y es que el Imperio Maya, ya no existía cuando llegaron los españoles, con lo cual, es rotundamente falso que los destruyeran como así se dice y se enseña en los colegios que favorecen la enseñanza de la Leyenda Negra, sólo quedaban ciudades o pequeñas poblaciones dispersas en torno a sus templos, no así con los otros dos imperios, pero, como también hemos dicho ya, no era más que cuestión de tiempo que fueran invadidos si no por los españoles, por otros, y con las consecuencias que ya hemos argumentado a su vez, ya que así lo hicieron donde sentaron sus bases civilizadas, con la diferencia de que a día de hoy, son adorados por sus colonizados, y España, es aborrecida en Hispanoamérica, así de cruel, y así de simple.
EL MAYOR SAQUEO DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
Podríamos comparar el expolio de la conquista americana por parte de España, con el efectuado en África con unas fronteras trazadas a regla y cartabón, o con el Haití con sus árboles convertidos en bates de béisbol americanos, o con los yacimientos petrolíferos explotados por la conocidas multinacionales dueñas y señoras de las industrias en Hispanoamérica, y que tanta riqueza se supone que generan, aunque la pregunta sería a quién.
Desde luego que si, los españoles se llevaron todo el oro que pudieron cargar en sus barcos, y desde luego que murió mucha gente en la explotación de los recursos, esto está fuera de toda duda, pero en ningún modo en la forma y manera que la Leyenda Negra atribuye, ni mucho menos, y la lógica es una ciencia aplastante, ya que, como hemos dicho, y volvemos a reiterar, el supuesto o real saqueo, se hacía a mano, esa era la tecnología de la época, y España, incluso hasta hoy, es acusada injustamente de la pobreza de Hispanoamérica. Este último punto llama poderosamente la atención, si tenemos en cuenta una serie de datos, ya que resulta que a los países latinoamericanos es imperdonable que se les considere pobres por una razón, y es que su riqueza en materias primas es muy superior no ya a la española, si no a la de muchos países europeos y no europeos, incluidos los grandes productores de petróleo americano, y este dato, es importante si tenemos en cuenta a la riqueza de las naciones árabes productoras de petróleo y a la calidad de vida de sus ciudadanos y al prestigio tecnológico de sus ciudades y de sus empresas comparándolo con las naciones latinoamericanas y sus carencias sobre todo, hasta en artículos de primera necesidad, y ya no nos referimos sólo a la explotación petrolífera, si no a la inmensa riqueza de sus materias primas y con unos medios tecnológicos muy superiores a la época de las conquistas de unos territorios que hace más de dos siglos que dejaron de ser españoles, y caminaron por la senda de su propia y libre voluntad, con lo cual, las posibilidades de que España saqueara todo el oro y plata con los medios técnicos de la época, son simplemente absurdas, ¿cuál es la verdadera razón de la inducida pobreza en Hispanoamérica?, cabría, pues, preguntar a quien tenga la potestad de responder.
Por otro lado, otro de los datos a tener en cuenta, es que España, por aquel entonces, tenía unos nueve millones de habitantes que ciertamente no disfrutaron absolutamente nada de esas riquezas que tanta sangre, sudor y lágrimas causaron y que fueron a parar al pago de guerras de religión, junto con la inmensa cantidad de impuestos.
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