Tsipras: ayúdanos a ayudar a Grecia


Lo sabe Tsipras y los sabemos todos: los enormes problemas de Grecia no son culpa de la Unión Europea. Son, en primer lugar y antes que nada, responsabilidad de los propios Gobiernos griegos votados en las urnas, a los que la crisis cogió sin ninguna preparación para hacerle frente, ni siquiera en el muy corto plazo. Hasta tal punto que, si no llega a ser por la transferencia de fondos acordada por el Consejo Europeo en febrero de 2010, Grecia habría suspendido pagos de forma inmediata. Y cuando digo suspender pagos no me refiero solo a los acreedores internacionales del país, sino a otros: pensiones, funcionarios, hospitales, escuelas, etc.


Así que conviene dejar las cosas claras desde el primer momento. Lo que incluye recordar que los contribuyentes europeos (porque de ningún otro sitio sale el dinero en este tipo de operaciones) le han prestado a los griegos 210.000 millones de euros hasta la fecha, incluyendo 26.000 millones procedentes de España. El nuevo Gobierno griego, como el derecho internacional estipula, asume las obligaciones del Estado, incluida la devolución de esa deuda. Otra cosa es que se negocie cómo, cuándo y dónde con los acreedores. Si se hace de forma inteligente, se conseguirán plazos y formas que faciliten las cosas a Grecia y a quien ha evitado que quebrara durante estos años, o sea, el resto de europeos.


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Por eso, cometería un grave error el nuevo primer ministro heleno si busca otro camino. Se lo ha dicho la misma noche electoral el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz: ni habrá quita de la deuda ni tendrá posibilidad alguna de intentar poner a la UE entre la espada y la pared renunciando al cumplimiento de las obligaciones del Estado griego. Y Grecia no tiene capacidad para financiarse en el mercado por sí misma, es evidente. Por eso necesita seguir haciéndolo de la UE, a través de un Tercer Programa de Rescate. Es ahí, como el propio Schulz ha deseado, donde Tsipras debe ser pragmático, alcanzando un compromiso aceptable para su país y para los socios europeos, de forma que estos respondan de forma flexible y solidaria para promover que la economía del país crezca. Para ello, atención, el Gobierno griego también tendrá que cambiar muchas cosas en su país, empezando por elevar la recaudación de impuestos y reducir la evasión de los mismos y siguiendo por favorecer la economía productiva frente a los lastres del pasado reciente, elevando la competitividad y la innovación.


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Grecia representa un porcentaje mínimo de la economía europea y sus problemas solo tienen solución dentro del euro. Ni aquella ni este se resentirían sensiblemente si el nuevo Ejecutivo griego elige la confrontación al compromiso. Pero no sería así al contrario. Y un escenario de ese tipo perjudicaría los esfuerzos de muchos (Hollande, Renzi, socialdemócratas, sindicatos) para que la austeridad a ultranza deje de ser el faro de la política económica comunitaria para dejar paso al crecimiento como prioridad.


De cualquier forma, lo que pone de manifiesto lo que está ocurriendo es la necesidad de culminar la unión política europea, incluyendo una unión económica y social en la que las decisiones de la UE se tomen de manera federal. Eso reducirá extraordinariamente las incertidumbres de los cambios en el nivel nacional y permitirá que las grandes líneas estratégicas de nuestro futuro común estén siempre basadas en grandes mayorías políticas estables. Es el momento de ponerse a hacerlo en esta legislatura.


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