POR JORGE CASTRO
El acuerdo entre Irán y las seis potencias que representan la comunidad global -los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania-, encabezadas por EE.UU., resuelve el principal conflicto del sistema de seguridad internacional de los últimos veinte años y tiene como protagonista a uno de los dos países más relevantes de Medio Oriente -el otro es Israel-, la región de mayor importancia estratégica del sistema mundial.
El problema nuclear no es lo decisivo del conflicto iraní, vista al futuro. Lo esencial es que Irán se reincorpora al juego geopolítico y a la economía mundial en su condición de gran potencia regional, calificación fundamentada en su dotación de recursos, población, nivel de calificación de su fuerza de trabajo y en general de su sociedad.
En términos históricos, lo ocurrido tiene una importancia similar a la reincorporación de China a la política mundial, lograda por el acuerdo Richard Nixon/Mao en 1972 o la caída de la Unión Soviética en 1991.
Las reservas probadas de petróleo iraní son las segundas del mundo, después de las de Arabia Saudita; y las probadas de gas encabezan el mercado energético global. El Departamento de Estado estima que, según las dimensiones de sus reservas de petróleo y gas, Irán debería recibir US$ 60.000 millones anuales en inversiones petroleras; y la explotación de esas reservas generaría ingresos por US$ 250.000 millones por año. Las reservas no probadas tienen una magnitud 10/15 veces superior y no se han realizado en ellas tareas de exploración desde la Revolución Islámica (1979), por falta de inversión.
Irán dispone de la mayor fuerza de trabajo calificada de Medio Oriente-después de la israelí-, pero esa población no está esencialmente utilizada. Hay 4,2 millones de estudiantes universitarios (75 millones de habitantes), que ha crecido ocho veces en los últimos 20 años; y 60% de esa población son mujeres (eran 30% en 1978). La tasa iraní de acceso a la educación superior es semejante a la europea y superior a la latinoamericana.
La industria automotriz es la primera de la región y la treceava a escala mundial. Produce 1,6 millones de vehículos por año y es la quinta del mundo por su rapidez de crecimiento. Es una industria que opera a 50% de su capacidad y sus costos de producción son 40% superiores a los internacionales, por falta de capital de trabajo.
La ausencia de inversión es el problema mayor de la economía iraní y esta omisión se mantiene desde hace 34 años. Por eso es débil o inexistente la tasa de formación de capital y también la creación de puestos de trabajo. El sector petrolero es el más afectado porque requiere, por su propia naturaleza, una inmensa y constante inversión de capital. La falta de inversión ha sumergido a la economía iraní en una situación de estancamiento secular. La respuesta estatal a esta omisión ha sido establecer una gigantesca trama de subsidios, en energía, transporte, comunicaciones y alimentos, todos ellos sustentados en las exportaciones petroleras.
El potencial de esas ventas externas surge de comparar las pérdidas ocasionadas por las sanciones internacionales. Irán exportó 2,2 millones de barriles diarios (b/d) en diciembre de 2011 y 860.000 millones de b/d en septiembre de 2012, lo que implicó pérdidas anuales por US$ 50.000 millones anuales. Por eso el rial colapsó, con una depreciación de 80%.
El acuerdo iraní es el primer y decisivo logro de la nueva sociedad global, surgida de la crisis de 2008-2009 (Lehman Brothers). Los dos rasgos estratégicos de esta nueva sociedad son: EE.UU. no ejerce más la unipolaridad hegemónica del sistema y la estructura de gobernabilidad global se asienta en la alianza estratégica entre China y EE.UU, sellada en Annenberg, California en junio. A esta sociedad se incorpora ahora Irán, uno de los países virtualmente más expansivos del siglo XXI.
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