Notas inéditas de Ernesto Che Guevara sobre el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S.
Notas inéditas de Ernesto Che Guevara sobre el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS (Praga, 1966)
Cátedra Libre Ernesto Che Guevara. Buenos Aires, Argentina. (2002)
Nota introductoria:
El texto que se presenta a continuación pertenece al libro Che, El camino del fuego de Orlando Borrego (Buenos Aires, Editorial Hombre Nuevo, 2001. páginas 381-422. -Un libro recomendable en su totalidad-. El mismo contiene una síntesis y una selección de las notas, todavía inéditas, redactadas por el Che Guevara en Chescoslovaquia, luego de la experiencia en el Congo. La primera parte de las notas corresponde al prólogo redactado por el Che para un proyectado –e inacabado— libro donde se volcaría la crítica del Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S. Todas las notas tienen por objeto de análisis crítico este Manual, inspirado directamente por Stalin en 1954. Desde aquella primera edición, el Manual fue adoptado como texto oficial en la U.R.S.S, aunque se reescribió varias veces según se iban sucediendo las circunstancias políticas.
Según el biógrafo Paco Ignacio Taibo II, la estancia del Che en Praga transcurre “entre finales de marzo (o quizás antes) del 66 y julio del mismo año” (P .I. Taibo II: Ernesto Guevara, también conocido como el Che. Buenos Aires, Planeta, 1966. página 610). A la espera de que, 36 años después de haber sido redactadas, estas notas de Praga aparezcan editadas en forma completa, adelantamos lo que hasta ahora ha visto la luz. La síntesis de las notas (y el comentario que acompaña cada fragmento) pertenece al autor del libro, el cubano Orlando Borrego.
Este texto tiene, como mínimo, un doble registro de lectura: por un lado los comentarios de Borrego; por el otro (lo que a nosotros más nos interesa) las propias notas del Che.
Para diferenciarlos entre sí, tienen distinta forma de tipografía.
1) Los comentarios de Borrego: Resulta sugerente leer la interpretación que hace Borrego del pensamiento del Che. Borrego no es un profesor informado ni un periodista curioso. Tampoco es un aficionado a la biografía del Che. Borrego fue combatiente (primer teniente) en la columna guerrillera del Che antes de tomar el poder en 1959. Luego, llegó a ser viceministro de Industrias de Cuba (cuando el Che era el ministro). Su aproximación, pues, es la de uno de los compañeros más cercanos y estrechos colaboradores del Che en los tiempos de la célebre polémica económica y política de 1963-1964. Su conocimiento del pensamiento de Guevara es de primera mano. Por eso resulta sumamente ilustrativo recorrer su interpretación del manuscrito del Che.
2) Las notas del Che: Estas notas de Guevara aportan una dimensión escasamente transitada y atendida: su pensamiento en el terreno específico de la economía política. Aquí aparece en primer plano lo que siempre se supuso: sus críticas abiertas y contundentes al camino emprendido por la Unión Soviética para construir el socialismo.
Las notas de Praga, al igual que la carta enviada desde Tanzania a Armando Hart Dávalos en diciembre de 1965: El Che y su carta sobre los estudios de filosofía, permiten indagar en la búsqueda teórica del Che. Una búsqueda “madura”, si se tiene en cuenta su corta y afiebrada vida. Ambos textos condensan planes de estudio inacabados, ya sea sobre filosofía –en la carta de Tanzania-, ya sea sobre economía política –en los cuadernos de Praga-. Ambos presentan problemas, pero no los resuelven. Ambos dejan cuestiones abiertas. No clausuran los problemas con un slogan y una afirmación de fe tranquilizadora, sino que apuestan a la incomodidad del revolucionario.
No casualmente, el Che le escribe a Borrego acerca de esta tarea, a través de su compañera Aleida –que lo visita en Praga-: “Estoy pensando en iniciar un trabajito sobre el Manual de Economía de la Academia, pero no creo que pueda acabar [...] Está sólo a nivel de idea“. Por lo tanto, lo que se leerá a continuación son algunas de esas “ideas”. Nada más.El Che no dejó un tratado sistemático sobre el asunto. Entre los múltiples aspectos que podrían descubrirse en estas notas, creemos que, al menos, no deberían eludirse los siguientes núcleos temáticos:
En primer lugar, el Che se autodefine y caracteriza todo su emprendimiento de lectura crítica del Manual de la siguiente manera: “nuestra herejía” y “nuestra osadía”. Esta es la imagen que el Che tiene de sí mismo. Deberíamos preguntarnos: ¿”herejía” con respecto a qué? ¿Cuál es la “ortodoxia” que pretendía cuestionar y poner en discusión? En ese sentido, resulta sintomático que haya tomado como objeto de crítica justamente al texto oficial de la URSS en la materia.
No debemos olvidar que a su regreso de un viaje a la Unión Soviética, un año y medio antes de redactar estos manuscritos que ahora comentamos, el Che les había planteado a sus compañeros del Ministerio sobre ese viaje que: “Por cierto cuando empezamos a discutir [en la U.R.S.S], se produjo una situación muy violenta; eso era una Biblia, el Manual –ya que, por desgracia, La Biblia no es El Capital sino el Manual- y venía impugnado por varias partes, incluidos argumentos peligrosamente capitalistas” (Ernesto Che Guevara: “El plan y el hombre” [versiones taquigrafiadas del Ministerio de Industrias, 5 de diciembre de 1964]. Recopilado en El socialismo y el hombre nuevo. México, Siglo XXI, 1987. página 69).
Ya desde ese viaje a la U.R.S.S., Guevara se había quedado preocupado -¿quizás obsesionado?- por la importancia desmedida que los soviéticos atribuían al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias. Al punto tal, que ya no leían El Capital de Karl Marx. El Manual lo había reemplazado…
Cuando en Praga intenta contextualizar y demarcar las condiciones históricas de este cuestionamiento y de esta “herejía”, Guevara sostiene explícitamente que su tarea crítica la emprende “desde el subdesarrollo”. Su meta consistía en pensar los problemas teóricos de El Capital, los problemas prácticos del capitalismo y de la transición al socialismo, desde la óptica política de los pueblos del Tercer Mundo. La revolución cubana se inscribía en ese horizonte.
Si en la polémica de 1964 había caracterizado a El Capital de Marx como un texto “humanista (en el mejor sentido de la palabra)”, en estas notas de 1966 el Che lo aborda como un texto crítico de la economía política, pero también como la obra de dos “genios 3 científicos” y de dos “revolucionarios exaltados” (Marx y Engels). A Guevara no se le pasaba por alto la inseparable unidad de teoría, ciencia y política en los fundadores de la filosofía de la praxis.
Por contraposición con la dimensión crítica que él encuentra en El Capital, el Che califica a la “ciencia económica marxista” de su época como simple “apologética” –un término, obviamente, despectivo-. Retoma en este sentido sus apreciaciones ya expresada en la polémica de 1964, cuando se quejaba diciendo que “existe una crisis de teoría y la crisis teórica se produce por haber olvidado la existencia de Marx”.
Más allá de todos los pliegues y detalles de las anotaciones críticas del Che, lo cierto e innegable es que ellas encierran un núcleo político fundamental.. La Unión Soviética “está regresando al capitalismo“, advierte Guevara. Advertencia formulada un cuarto de siglo antes del bochornoso derrumbe que la vio desplomarse sin dignidad ni decoro…
Esta amarga caracterización constituye, sin duda alguna, la principal consecuencia política de los escritos inéditos del che , en lo que se refiere al estado interno de la formación social soviética en 1966. Por otra parte, en cuanto al cuestionamiento central de la política exterior del Estado soviético, su apreciación no es menos taxativa. Guevara define la doctrina jrucheviana de “cooperación pacífica entre los pueblos” como “una de las tesis más peligrosas de la U.R.S.S“. Y no se detiene allí. También agrega, terminante, que dicha doctrina –conocida en aquella época como la “coexistencia pacífica” entre los dos grandes sistemas- constituye un “oportunismo de poca monta“.
En esa entusiasta impugnación guevarista de la política estratégica soviética frente al imperialismo se inscribe su referencia a Stalin y Mao. Al igual que en su carta inédita a Armando Hart de 1965, en estas notas vuelve a aparecer la –problemática- mención de Stalin.
Es muy probable que esto se explique –al menos, desde nuestro punto de vista- por la simpatía del Che con ciertas críticas a la U.R.S.S desarrolladas por las posiciones chinas. Era el PC chino el que por entonces exaltaba y oponía, frente a la “coexistencia pacífica” de Jruchov, al binomio Stalin-Mao. Coincidiendo con esta oposición, el Che califica la política jrucheviana como un “pragmatismo inconsistente“. Sin embargo, debe advertirse que en el mismo párrafo, Guevara define a la época de Stalin como… un “dogmatismo intransigente“.
Que la –problemática— referencia a Stalin deriva de las posiciones chinas, puede corroborarse si se comparan estas notas, que Guevara redacta en Praga a comienzos de 1966, con las notas de Mao Tse Tung de 1960. En ese año, Mao analiza críticamente el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS. Para su crítica adopta como referencia la edición soviética de 1959. En esas notas, Mao desarrolla un cuestionamiento al Manual cuyo punto de vista mantiene, en algunos puntos, gran semejanza con la perspectiva que luego adopta el Che; mientras que, en otros casos, existe entre ambos una notable diferencia.
Por ejemplo, el dirigente chino sostiene que: “La historia de todas las revoluciones ha probado que no era necesario tener previamente desarrolladas las fuerzas productivas en su plenitud para poder transformar las relaciones de producción envejecidas [...] Es necesario antes que nada demoler la antigua superestructura por la revolución para que las antiguas relaciones de producción puedan ser abolidas“. (Mao Tse Tung: Notas de lectura sobre el Manual de Economía Política de la Unión Soviética. En Mao Tse Tung: Escritos inéditos. Buenos Aires, Ediciones Mundo Nuevo, 1975. p. 47). Una y otra vez, Mao se queja de que los soviéticos no toman en cuenta la superestructura cuando analizan la transición al socialismo.
Poco tiempo antes, en 1958, analizando uno de los últimos libros que Stalin escribiera Problemas económicos del socialismo en la U.R.S.S (1954)-, Mao afirma lo siguiente: “Stalin sólo habla de las relaciones de producción. No habla de la superestructura ni de las relaciones entre ésta y la base económica. [...] Todo ello concierne a la superestructura, es decir a la ideología. Stalin habla únicamente de economía, no aborda la política“. (Mao: Obra citada, p.12). Igualmente, sostiene: “Stalin sólo destaca la tecnología y los cuadros técnicos. No quiere sino la técnica y los cuadros. Ignora la política y las masas“.
¿Conocía el Che estos comentarios de Mao al Manual soviético y al libro de Stalin? Cabe aclarar que estos comentarios aparecieron editados por primera vez en China –en idioma chino— en 1967 y en 1969 en las Mao Tse Tung Sovhsiang wansui [Viva el pensamiento de Mao Tse Tung]. En Argentina recién se editaron –en español- en 1975.
Como es bien sabido, para entonces el Che ya había sido asesinado en Bolivia. Aunque es muy probable que, aun sin haber leído estos comentarios, al haber viajado a China durante la primera mitad de la década del ’60 como representante del gobierno cubano y de Fidel Castro, Guevara haya podido conocer ese tipo de posiciones.
Los haya leído o no, a un lector mínimamente informado no puede pasársele por alto que este mismo tipo de análisis de Mao Tse Tung es el que plantea el Che cuando en Cuba les responde a los partidarios del “cálculo económico” y el “socialismo con mercado” que no hay que esperar a tener el mayor desarrollo de las fuerzas productivas para recién allí cambiar las relaciones de producción. Desde el poder revolucionario, desde la política y desde la cultura comunista que promueve la creación de un hombre nuevo se puede acelerar la transformación de las relaciones de producción, aunque la revolución cubana todavía no haya podido desarrollar una tecnología de punta y una industria pesada propia.
Hasta allí las notables coincidencias del Che Guevara con el punto de vista de Mao Tse Tung y los dirigentes chinos en la crítica del Manual. Ahora bien, el Che se diferencia y se distancia completamente del punto de vista maoísta cuando, en su análisis del libro de Stalin, Mao sostiene que: “No hace falta suprimir de golpe la circulación de mercancías, la forma mercantil ni la ley del valor, aunque ellas pertenezcan también a la burguesía [...] Hemos recurrido al intercambio de mercancías y a la ley del valor como instrumento para facilitar el desarrollo de la producción y el pasaje al comunismo” (Mao: Obra citada, p.13.). En el mismo sentido Mao continúa: “La producción mercantil no es un fenómeno aislado. Todo depende de aquello a lo que ella esté asociado: al capitalismo o al socialismo.
Si está ligada al capitalismo es entonces una producción mercantil capitalista. Si está ligada al socialismo, es entonces una producción mercantil socialista“. La posición de Mao no deja lugar a dudas. Comentando el Manual, el dirigente chino señala: “Es bueno considerar la ley del valor como instrumento par al trabajo de planificación. Pero no es preciso convertirla en la base principal de la planificación” (Mao: Obra citada, p.82).
Esta posición, que Mao adopta explícitamente del pensamiento económico de Stalin (para oponerlo a Jruchov), sostiene que entre la ley del valor y la planificación no existe contradicción alguna. Es más, según este punto de vista de Stalin y Mao, la planificación socialista puede convivir y hasta valerse de la ley del valor y del mercado para su cumplimiento. En el debate cubano de 1963 y 1964, semejante propuesta fue defendida por el dirigente político cubano Carlos Rafael Rodríguez y por el profesor de economía francés Charles Bettelheim. Durante esa polémica, el Che dedicó varios artículos a cuestionar ese punto de vista.
Según el Sistema Presupuestario de Financiamiento (SPF), defendido por el Che Guevara desde el Ministerio de Industria, la ley del valor y la planificación socialista son dos términos contradictorios. Es erróneo pensar que uno se puede valer del otro o que uno se cumple a partir del otro. Guevara opinaba que la supervivencia de la ley del valor en la transición al socialismo o tendía a ser superada por la planificación socialista o…se volvía al capitalismo (como finalmente le ocurrió a la U.R.S.S). Concretamente, el Che planteaba que: “Negamos la posibilidad del uso consciente de la ley del valor, basado en la no existencia de un mercado libre que exprese automáticamente la contradicción entre productores y consumidores [...] La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción” (Che Guevara: “Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento [febrero de 1964]. En Che Guevara El socialismo y el hombre nuevo. Obra citada. p.287).
En una de las discusiones del Ministerio de Industria, Guevara fue más terminante todavía. Alberto Mora –otro de los participantes de la polémica de 1963 y 1964, con posiciones diversas a las del Che— había sostenido que: “Una vez elegida la vía de la dirección centralizada de la economía, falta ver si es posible recorrerla con métodos exclusivamente administrativos, o si alguna vez será necesario recurrir a métodos indirectos, aun a la ley del valor, al problema de los precios, o a mecanismos utilizados por el capitalismo”. En total discrepancia, el Che Guevara le respondió a Mora: “No estoy de acuerdo con Alberto sobre el problema del método indirecto. El método indirecto por excelencia es la ley del valor. Y para mí la ley del valor equivale a capitalismo” (Alberto Mora y Che Guevara: “El plan y el hombre”. En El socialismo y el hombre nuevo. Obra citada. p. 74 y 75).
El Che se tomaba bien en serio la advertencia metodológica que Marx plantea en El Capital cuando dice que “la mercancía es la célula básica de la sociedad capitalista”. Si sobrevive durante la transición socialista e, incluso, si es alentada a que crezca en nombre del “socialismo mercantil”, a largo plazo eso conlleva darle un nuevo impulso al capitalismo que, como el ave Fénix, renace de sus cenizas, aunque haya sido políticamente derrocado mediante la toma del poder por los revolucionarios. Por lo tanto, el conjunto de la polémica del Che contra los partidarios del “cálculo económico” está dirigida a cuestionar esta posición central de Stalin y de Mao. Esta posición económica es también política, como Guevara nunca deja de aclarar en sus artículos polémicos.
La mirada crítica del Che a esta supuesta “superviviencia de la ley del valor” y del mercado durante la transición socialista, la prolonga más allá del cuestionamiento de la afirmación de Stalin y Mao. La “herejía” del Che va más lejos y más atrás todavía. Llega a cuestionar incluso la Nueva Política Económica (NEP) que el propio Lenin planteó en 1921.
La NEP consistió, después del primer período de la revolución bolchevique conocido como “comunismo de guerra”, en la supresión de las requisiciones agrícolas y el otorgamiento de legalidad a la manufactura y el comercio privados. A partir de la NEP, los campesinos soviéticos podían vender libremente sus productos a los comerciantes privados o llevarlos al mercado directamente, sujetos tan sólo a un impuesto en especie. Evidentemente la NEP era un paso atrás muy importante para el proyecto socialista. Lenin lo dio no porque creyera que ese era “el camino estratégico hacia el comunismo”, sino debido a la debilidad de la revolución después de años de guerra civil e intervención extranjera. Fue un producto de la necesidad (aunque muchos socialistas mercantiles luego hicieron de ella una virtud). Respondió a una desfavorable relación política de fuerzas. En la Rusia bolchevique, fue Nicolás Bujarin quien intentó legitimarla teóricamente como un camino estratégico.
En estas notas de Praga, lejos de celebrar la supervivencia de la ley del valor y el mercado dentro del socialismo como un camino estratégico, el Che critica duramente a la NEP. Puntualmente, sostiene que ella “constituye uno de los pasos atrás más grandes dados por la U.R.S.S”, a lo que más adelante agrega: “así quedó constituido el gran caballo de Troya del socialismo: el interés material directo como palanca económica”. Este tipo de análisis prolonga retrospectivamente su posición de 1963 y 1964 en el debate con Bettelheim, Mora y Carlos Rafael Rodríguez.
En 1964, en la ya mencionada reunión –taquigrafiada- del Ministerio de Industria, el Che había afirmado: “Puesto que una empresa que funciona sobre la base de la demanda del público y mide su ganancia y su criterio de gestión con relación a eso no es ni un secreto ni una rareza; es el proceder del capitalismo [...] Esto está sucediendo en algunas empresas de la Unión Soviética; son algunas experiencias particulares y no pretendo de ninguna manera probar con esto que en la Unión Soviética exista el capitalismo. Quiero decir simplemente que estamos en presencia de algunos fenómenos que se producen porque existe crisis de teoría, y la crisis teórica se produce por haber olvidado la existencia de Marx y porque allí se basan solamente en una parte del trabajo de Lenin. El Lenin de los años ’20 es tan solo una pequeña parte de Lenin [...] Es un hecho que entre el Lenin del Estado y la revolución y de El imperialismo, etapa superior del capitalismo y el Lenin de la NEP hay un abismo“.
Más adelante el Che agregaba su particular interpretación de la NEP: “En la actualdiad [1964] se considera sobre todo a este último período, admitiendo como verdad cosas que teóricamente no son ciertas, que fueron impuestas por la práctica“. Guevara terminó su intervención en esa reunión señalando: “Lenin, entre otras cosas –y perdónenme si me repito, porque lo he dicho muchas veces y tal vez hasta en este mismo lugar- más que un revolucionario, más que un filósofo, es un político, y los políticos deben hacer concesiones. De todos modos, sea lo que sea, en algún momento debe decir cosas que no corresponden a su pensamiento“.
La crítica del Che a la NEP y a la canonización posterior que se hizo de aquella fase de la revolución rusa –congelando a Lenin como un vulgar apologista del mercado- coincide en muchísimos aspectos con la crítica que en 1925 y 1926 expresó el economista soviético Eugenio Preobrazhensky en su libro La nueva economía.
Preobrazhensky comenzó trabajando junto con Nicolás Bujarin, pero una aguda polémica teórica los enfrentó más tarde entre sí. Luego de muchas idas y venidas y de haber militado entusiastamente junto a León Trotsky en la Oposición de Izquierda, Preobrazhensky terminó fusilado por el stalinismo en 1937.
Ya en 1921, en la conferencia del Partido Comunista, Preobrazhensky había expuesto sus críticas a la NEP, alertando sobre el peligro que implicaba para la revolución socialista el “juego del mercado” y el aliento a los campesinos ricos en detrimento del campesino pobre.
Gran parte de su reflexión giraba en torno a las relaciones contradictorias entre el sector privado de la economía soviética y la industria socializada. De la misma forma que hiciera el Che Guevara en el seno de la revolución cubana, Preobrazhensky sostenía que la NEP derivaría en una estructura dualista: industria y bancos públicos, agricultura privada. En ese marco, sostenía, se daría una lucha entre el mercado y la planificación llevada a cabo por el nuevo Estado soviético. Según su opinión, este último debería transferir al sector público y socializado lo esencial de la sobreproducción social, todavía agrícola. De igual forma que como apuntará el Che años más tarde, y a diferencia de las opiniones de Stalin, Mao Tse Tung y Charles Bettelheim, Preobrazhensky planteará la relación entre el mercado y el plan como una contradicción estratégica.
¿Había leído el Che Guevara a Preobrazhensky cuando redactó las notas de Praga? No lo sabemos. Su libro La nueva economía recién se publicará en Cuba en 1968 (en el N°22 de ese año, en la revista cubana Pensamiento Crítico, Hugo Azcuy realiza una reseña elogiosa del mismo). En México, también se publicará, pero todavía más tarde, en 1971. Quizás el Che lo leyó en ediciones europeas. En Oxford se publicó –en inglés- en 1965, mientras que París recién apareció –en francés- en 1966.
Pero no será únicamente en la interpretación de la ley del valor y su relación con la planificación socialista dónde hallaremos la diferencia central entre Guevara y el stalinismo de Mao Tse Tung y del propio Stalin. La distancia central entre ambas posiciones la encontramos plenamente desarrollada en el cuestionamiento del Che Guevara a todo etapismo.
El etapismo –preconizado por todas las corrientes stalinistas, sean las aggiornadas prosoviéticas de Jruchov o las ortodoxas prochinas de Mao- consiste en separar las tareas “democráticas” o “burguesas” o “agrarias” o de “liberación nacional” de las tareas específicamente socialistas. Son bien conocidas al respecto las clásicas posiciones de Stalin. En las notas de Mao Tse Tung al Manual de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S, el dirigente chino insiste en diferenciar etapas en la lucha contra “el capital burocrático” – vinculado a la dominación extranjera en China- de la lucha contra “el capital nacional”.
Para el etapismo (se apoye en los textos clásicos de Stalin, en los manuales soviéticos o en los textos de Mao Tse Tung) la revolución pendiente en América Latina no es socialista. Cuestionando duramente este tipo de análisis, en estas notas inéditas de Praga el Che vuelve a insistir con la misma idea que también planteará en su “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”: “Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución”.
Mientras el Manual soviético analizado por Guevara sostiene que: “La burguesía nacional participa en esta lucha [para derrocar la dominación del imperialismo] y desempeña cierto papel progresivo“; y mientras en sus comentarios Mao Tse Tung insiste una y otra vez en diferenciar entre “el capital burocrático” –asociado en China a la dominación extranjera- y “el capital nacional“, la posición del Che Guevara rompe totalmente con dicha concepción. El Che replica: “Históricamente esto fue cierto, en la actualidad es falso”.
Refiriéndose al “proceso de alianza entre las burguesías y los capitales imperialistas”, Guevara plantea que: “se produce una alianza entre explotadores de diversos sectores y los grandes terratenientes incursionan en la industria y el comercio“.Separando aún más las posiciones propias de las preconizadas por el etapismo, más adelante Guevara agrega en sus notas de Praga: “La lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de liberación, si se quiere arribar a un final irreversiblemente exitoso”.
¿Cuál es la fuente teórica de esta crítica abierta, nunca solapada, de Guevara al etapismo? En primer lugar, la propia experiencia política de la revolución cubana. A diferencia del antiguo Partido Socialista Popular, Fidel Castro y el resto de la dirección cubana nunca separaron en dos al proceso revolucionario. El pasaje entre una fase nacionalantimperialista y una fase socialista se dio en forma ininterrumpida. De allí en adelante, todos los llamados internacionales realizados desde la revolución cubana al resto de las organizaciones y pueblos de América Latina siempre apelaron a la idea de una revolución socialista (no “democrático burguesa” ni “agraria-antiimperialista”) continental. Desde las primeras declaraciones de La Habana hasta las declaraciones de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).
Aunque haya sido la principal, esa no fue seguramente la única fuente del Che. A pesar de que no aparece citado explícitamente en sus libros y artículos, según el testimonio del militante peruano Ricardo Napurí –que trabajó junto al Che durante los primeros tiempos de la revolución en Cuba, preparando contactos con otros sectores revolucionarios sudamericanos, peruanos y argentinos- Guevara habría leído La revolución permanente (1930) de León Trotsky en 1960. El mismo Napurí le habría acercado este libro al Che y, a los pocos días, habrían mantenido un diálogo sobre el texto ya leído por Guevara.
De cualquier forma, tampoco se agotan allí las posibles fuentes de la crítica guevarista al etapismo. Ya durante los años 20, más precisamente en 1928, José Carlos Mariátegui había planteado que: “La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: «antimperialista», «agrarista», «nacionalista-revolucionaria». El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos” (José Carlos Mariátegui: “Aniversario y balance”. Editorial de Amauta N°17,año II,Lima, septiembre de 1928). Es seguro que el Che conocía a Mariátegui, tanto por su primera compañera Hilda Gadea (peruana) como por haber mantenido amistad con el médico comunista peruano Hugo Pesce, delegado de Mariátegui a la primera Conferencia Comunista Sudamericana de 1929.
La “herejía” del Che no termina tampoco en su crítica del etapismo. Guevara también cuestiona en estas apretadas líneas de Praga el recurrente hábito del marxismo ortodoxo – repetido en todos los manuales “científicos” de la URSS, no sólo en los de economía- que consiste en atribuirle a fenómenos históricos producto de condiciones y circunstancias coyunturales, el carácter de… “ley”. Esta polémica aseveración de Guevara, ¿no tiene consecuencias a la hora de comprender el conjunto de la concepción materialista de la historia? Creemos que sí. Pretender legitimar posiciones políticas coyunturales –como las de la NEP- en nombre de las temidas “leyes de la dialéctica” o “las leyes de la economía” constituye uno de los recursos metafísicos más dañinos que ha sufrido el marxismo latinoamericano a lo largo de toda su historia.
Vinculando el problema de la planificación (eje del debate de 1963-1964), con su marxismo humanista, Guevara vuelve a repetir sus opiniones críticas del “socialismo mercantil”, siempre rebosante de fetichismo y cosificación. Allí define entonces la planificación como “la posibilidad de dirigir cosas, de quitarle al hombre su condición de cosa económica”.
En consonancia con esta concepción, como en todos sus escritos anteriores, Ernesto Guevara vuelve a apelar a la conciencia y a la educación comunista, esos inmensos agujeros negros del “socialismo real”. La educación comunista a la que aspira el Che, dirigida a la construcción de una humanidad nueva, enfoca sus cañones contra el interés material, ya que “apunta a que el individuo actúe de acuerdo a su deber social y no a su barriga”.
Por último, debemos prestar atención al modo en que Guevara discute con las concepciones más catastrofistas del marxismo. Según éstas, la caída del capitalismo y de su prolongación contemporánea, el imperialismo, es inevitable. La fuente de donde se extraen a menudo este tipo de análisis proviene de la ley que Marx expone en el Tomo III de El Capital acerca de la caída decreciente de la tasa de ganancia. Frente a este tipo de lecturas deterministas, que aplican mecánicamente esta ley, el Che sostiene: “Los monopolios la contrarrestan a costa de los países dependientes”. No hay catastrofismo economicista. La ley tiene sus elementos de contratendencia. Guevara agrega: “El imperialismo tiene aún gran vitalidad”. ¿Cuáles son las consecuencias políticas de este análisis? Pues que el imperialismo no se cae jamás solo…, ¡hay que derrumbarlo!.
En momentos como los actuales, cuando algunas corrientes del movimiento mundial de lucha y resistencia contra la globalización capitalista apelan a un “capitalismo más humano”, a un “mercado solidario y no tan salvaje” o a una “globalización más racional”, la lectura de las notas críticas del Che Guevara se torna inaplazable.
Las rebeliones y las revoluciones del futuro no se podrán dar el lujo de prescindir o desconocer estas reflexiones.
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NECESIDAD DE ESTE LIBRO
Desde la aparición de El Capital, los revolucionarios del mundo tuvieron un monumento teórico que esclarecía los mecanismos del sistema capitalista, la lógica interna de su irremediable desaparición.
Durante muchos decenios fue la enciclopedia donde se bebía el material teórico indispensable a las nuevas generaciones de luchadores. Aún hoy el material no se ha agotado y maravilla la claridad y profundidad de juicio de los fundadores del materialismo dialéctico. Sin conocer El Capital no se es economista en el pleno y honroso sentido de la palabra.
No obstante, la vida siguió su curso y algunas de las afirmaciones de Marx y Engels no fueron sancionadas por la práctica, sobre todo, el lapso previsto para la transformación de la sociedad resultaba corto. La visión de los genios científicos se nublaba ante la perentoria ilusión de los revolucionarios exaltados. Con todo, las conmociones sociales aumentaron en profundidad y extensión, y los conflictos provocados por el reparto del mundo entre las naciones imperialistas dieron origen a la primera guerra mundial y a la Revolución de Octubre.
A Lenin, Jefe de esta Revolución, le corresponde también el mérito histórico de haber dilucidado el carácter que tomaba el capitalismo bajo su nueva forma imperialista y enunciado el ritmo desigual que asume el desarrollo en la sociedad como en toda la naturaleza por otra parte-, previendo la posibilidad de romper la cadena imperialista en su eslabón más débil y convirtiéndola en hechos.
La enorme cantidad de escritos que dejara a su muerte constituyeron el complemento indispensable a la obra de los fundadores. Luego el manantial se debilitó y sólo quedaron en pie algunas obras aisladas de Stalin y ciertos escritos de Mao Tse Tung como testigos del inmenso poder creador del marxismo.
En sus últimos años, Stalin temió los resultados de esa carencia teórica y ordenó la redacción de un manual que fuera asequible a las masas y tratara los temas de la economía política hasta nuestros días.
Ese manual ha sido traducido a las principales lenguas del mundo y se han hecho de él varias ediciones, sufriendo cambios pronunciados en su estructura y orientación, a medida que se producían cambios en la URSS Al comenzar un estudio crítico del mismo, encontramos tal cantidad de conceptos reñidos con nuestra manera de pensar que decidimos comenzar esta empresa -el libro que expresara nuestros puntos de vista- con el mayor rigor científico posible y con la máxima honestidad.
Cualidad imprescindible esta última, porque el estudio sereno de la teoría marxista y de los hechos recientes nos colocan en críticos de la URSS, posición que se ha convertido en oficio de muchos oportunistas que lanzan dardos desde la extrema izquierda para beneficio de la reacción.
Nos hemos hecho el firme propósito de no ocultar una sola opinión por motivos tácticos, pero al mismo tiempo, sacar conclusiones que por su rigor lógico y altura de miras ayuden a resolver problemas y no contribuyan sólo a plantear interrogantes sin solución.
Creemos importante la tarea porque la investigación marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin, ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas pero cuyos resultados finales son incalculables.
En el curso de nuestra práctica y de nuestra investigación teórica llegamos a descubrir un gran culpable con nombre y apellido: Vladimir Ilich Lenin.
Tal es la magnitud de nuestra osadía. Pero quien tenga la paciencia de llegar hasta los últimos capítulos de esta obra, podrá apreciar el respeto y la admiración que sentimos hacia ese “culpable” y hacia los móviles revolucionarios de los actos cuyos resultados últimos asombrarían hoy a su realizador.
Se sabe desde viejo que es el ser social el que determina la conciencia y se conoce el papel de la superestructura; ahora asistimos a un fenómeno interesante, que no pretendemos haber descubierto pero sobre cuya importancia tratamos de profundizar: la interrelación de la estructura y la superestructura. Nuestra tesis es que los cambios producidos a raíz de la Nueva Política Económica (NEP) han calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son desalentadores: La superestructura capitallsta fue influenciando cada vez en forma más marcada las relaciones de producción y los conflktos provocados por la hibridación que significó la NEP se están resolviendo hoy a favor de la superestructura: Se está regresando al capitalismo.
Pero no queremos anticipar en estas notas prologales sino la medida de nuestra herejía; tomémonos el tiempo y el espacio necesario para tratar de argumentarla en extenso.
Otra característica tiene esta obra: es un grito dado desde el subdesarrollo. Hasta el momento actual, las revoluciones de tendencia socialista se habían producido en países sumamente atrasados -asolados por la guerra, además- o en países de relativo desarrollo industrial (Checoslovaquia, parte oriental de Alemania) o en países continente. Y todos formando una unidad geográfica.
Hasta ahora, no había iniciado la aventura socialista ningún pequeño país aislado, sin posibilidad de grandes mercados ni de un rápido aprovechamiento de la división internacional del trabajo, pero, al mismo tiempo, con un estándar de vida relativamente elevado. Los errores, las embestidas ciegas, también tendrán lugar, como historia útil, en estas páginas; pero lo más importante son nuestras razones, razones que identificamos con las de los países de escaso desarrollo, en su conjunto, motivo por el cual pretendemos darle valor de cierta universalidad a nuestros planteamientos.
Muchos sentirán sincera extrañeza ante este cúmulo de razones nuevas y diferentes, otros se sentirán heridos y habrá quienes verán en todo el libro sólo una rabiosa posición anticomunista disfrazada de argumentación teórica. Pero muchos, lo esperamos sinceramente, sentirán el hálito de nuevas ideas y verán expresadas sus razones, hasta ahora inconexas, inorgánicas, en un todo más o menos vertebrado.
A ese grupo de hombres va dirigido fundamentalmente el libro y también a la multitud de estudiantes cubanos que tienen que pasar por el doloroso proceso de aprender “verdades eternas” en las publicaciones que vienen, sobre todo, de la URSS y observan cómo nuestra actitud y los repetidos planteamientos de nuestros dirigentes se dan de patadas con lo que leen en los textos.
A los que nos miren con desconfianza basados en la estimación y lealtad que experimentan respecto a países socialistas, les hacemos una sola advertencia: la afirmación de Marx, apuntada en las primeras páginas de El Capital, sobre la incapacidad de la ciencia burguesa para criticarse a sí misma, utilizando en su lugar la apologética, puede aplicarse hoy, desgraciadamente, a la ciencia económica marxista. Este libro constituye un intento de retomar la buena senda e, inmediatamente de su valor científico, nos cabe el orgullo de haberlo intentado desde este pequeño país en desarrollo.
Muchos sobresaltos esperan a la humanidad antes de su liberación definitiva pero -nos guía el más absoluto convencimiento de ello- esta no podrá llegar sino a través de un radical cambio de estrategia de las principales potencias socialistas. Si este cambio será producto de la insoslayable presión imperialista o de una evolución de las masas de esos países, o de una concatenación de factores, es algo que dirá la historia; nosotros aportamos nuestro modesto granito de arena con el temor de que la empresa sea muy superior a nuestras fuerzas. En todo caso, queda el testimonio de nuestra intentona: “Nuestra fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable.”
Sobre el índice del proyectado libro, es necesario hacer algunas aclaraciones que a mi entender tienen importancia desde el punto de vista metodológico. El Che denominó “Plan Tentativo” al proyecto de índice, lo que indica lógicamente que en la medida que se fuera avanzando en las investigaciones y estudios correspondientes, se podría perfeccionar el referido proyecto, cosa totalmente usual al tratarse de investigaciones en el campo de las ciencias sociales o en cualquier otra rama del conocimiento.
Después del Prólogo Explicatorio, la síntesis biográfica de Marx y Engels, la explicación del método de Marx y el Prólogo a la Crítica de la Economía Política como pieza de convicción de un método, el índice está dividido en cinco apartados fundamentales: Parte Introductoria; Primera Parte: Capitalismo; Segunda Parte: Imperialismo; Tercera Parte: El Período de Transición, y Cuarta Parte: Problemas del Socialismo.
En la Parte Introductoria se consideran los métodos de producción precapitalista, desde el esclavismo en sus distintas etapas hasta el feudalismo. Esta Parte Introductoria termina con el nacimiento del capitalismo y las insurrecciones frustradas, como las revoluciones inglesa, francesa y de los Estados Unidos.
La primera parte, que se refiere al capitalismo, tiene una subdivisión detallada que comienza con un repaso histórico del sistema, continúa con una Síntesis Crítica de El Capital y termina con el Cálculo de la Reproducción Ampliada y Las Crisis.
La segunda parte referida al imperialismo empieza con la colonia hasta la neocolonia, para luego continuar con los tratadistas del imperialismo, la concentración del capital, el capital financiero y finalmente trata la estrategia antimperialista.
La tercera parte sobre el período de transición, comienza con el planteamiento del problema desde Marx hasta Lenin, para continuar con un análisis completo de todo el periodo de transición terminando con Cuba: sus precursores, las ideas socialistas, la revolución, las grandes transformaciones y el Sistema Presupuestario de Financiamiento con énfasis en su basamento teórico.
Por último, la cuarta parte del índice, incluye: El Socialismo y el hombre, luego ocho subcapitulos, donde se tratan los fundamentales aspectos del sistema, para terminar con las personalidades del socialismo. Las personalidades a estudiar son: Lenin, Stalin, Mao, Kruschov, Tito y Fidel. A partir del índice, el Che comienza con las notas sobre el libro, las que titula: “Preguntas sobre la enseñanza de un libro famoso (Manual de Economía Política, Academia de Ciencias de la URSS)”.
Han pasado más de treinta años desde que el Che escribió el Plan Tentativo del índice para el contenido del libro. Muchas cosas han sucedido desde aquella fecha hasta hoy. Entre las más trágicas se encuentran; la propia muerte del Che, el derrumbe del campo socialista, tal como él lo pronosticara, y la existencia de un mundo unipolar en medio de una época de globalización capitalista neoliberal que ni el propio Che pudo predecir.
Este conjunto de hechos que han cambiado la faz del mundo en detrimento de los países pobres de la tierra ha estado acompañado de otros acontecimientos trascendentales como el de la supervivencia de la Revolución Cubana, convertida ahora, como nunca antes, en la primera trinchera del socialismo a 90 millas del imperio más poderoso de la historia de la humanidad. Continúan defendiendo las banderas del socialismo, aunque con cambios importantes en su táctica y estrategia, países como la República Popular China, Corea del Norte y la República de Vietnam.
Todas estas nuevas realidades y muchas otras consideraciones en relación con los fenómenos ocurridos en los países socialistas de Europa y en el mundo en general, tendrían que ser tratados a la hora de abordar un estudio de la economía política del socialismo como aspiraba y sugería el Che que se llevara a cabo. Ese acucioso estudio tendría que ser la obra de un colectivo de trabajo con la formación científica suficiente como para no “vulgarizar” las sugerencias y las expectativas enunciadas por el Che en el Plan Tentativo y en sus notas sobre el Manual de Economía Política.
Muchos se preguntarán por qué los encargados por el Che de realizar esta tarea, aunque sea “a manera de ejercicio”, como me decía en la carta que me enviara desde Praga, no fuimos capaces de por lo menos comenzarla durante todos los años transcurridos desde su asesinato en Bolivia hasta la fecha. Quizás lo más honrado es responder que no existen justificaciones creíbles, pero la realidad ha sido, por lo menos en mi caso personal, que llevado por las propias enseñanzas del Che, no me consideraba con la preparación científica necesaria como para emprender la gigantesca tarea por él encomendada. En segundo término, aunque hubiese podido ayudar en la dirección o coordinación del proyecto, opté por tomar una decisión después de la muerte del Che.
En tal caso la decisión fue tomada ante dos alternativas posibles: la de continuar cumpliendo con el deber social en el trabajo que se me había asignado por la Revolución o solicitar que se me liberara de mis obligaciones corrientes para dedicarme por entero a colaborar en la elaboración del libro.
Tomé la primera decisión, junto a la de dedicarme varios años a los estudios de economía, mediante un sistema intensivo que sólo fue posible realizar gracias a las oportunidades que me brindó la Revolución y a un incuestionable esfuerzo personal, combinado con el trabajo diario, que me permitió cumplir con la meta que me había impuesto. Casi inmediatamente después de culminar dichos estudios fui designado director de una de las empresas marítimas más complejas del país, que me ocupó durante ocho años, periodo durante el cual no podía ni pensar en ocuparme del proyecto del libro.
Terminada la labor en la referida empresa, pasé a desarrollar la función de asesor del Ministro de Transporte de Cuba, tarea que empezaba a cumplir cuando se produjo el gran descalabro del campo socialista. A partir de ese momento hasta hace tres años me parecía que si el Che viviera no me hubiese perdonado que me dedicara al libro, sobre todo a principios del Período Especial que ha vivido y aún vive mi país en la actualidad.
Siempre he pensado, y así lo he dicho públicamente, que si el Che estuviera vivo y en Cuba en estos momentos, estuviera dedicando todo su esfuerzo e inteligencia para sacar al país del ya prolongado Período Especial a que ha estado sometido y que tantos sufrimientos ha ocasionado a nuestro heroico pueblo.
Hoy en día ya no soy el hombre joven que conoció el Che, ni el hombre maduro de cuando terminé formalmente mis estudios de economía en 1980. Hoy me encuentro además, entre los “militantes” de la tercera edad, y como integrante de la “gerontocracia” cubana continúo prestando mis añejos servicios a la obra de la Revolución. Durante los últimos tres años he robado horas al descanso para escribir este modesto libro, que en mi opinión recoge en gran parte las reflexiones del Che sobre el tema de la economía política. Aunque no es exactamente el libro indicado por el Che, considero un deber social haberlo escrito. Creo que el Che lo hubiese aprobado, no como un homenaje a él, sino como una necesidad para los jóvenes cubanos de ahora y del futuro. Sería absurdo pensar que el libro fuera a satisfacer inquietudes literarias de importancia, pero de lo que sí estoy seguro es que presenta con objetividad una parte fundamental de la vida del Guerrillero Heroico durante la difícil batalla que supo librar junto a Fidel y a sus compañeros por la edificación del socialismo en esta pequeña isla del Caribe. Aquello que él llamó “lo más puro de mis esperanzas de constructor”.
Durante los años que me quedan, estoy en disposición de trabajar en el libro sugerido por el Che, cuando estén creadas las condiciones organizativas para ello, y en la medida que he explicado anteriormente. Mientras tanto he considerado también un deber anticipar estas brevísimas reflexiones a manera de apretada síntesis sobre la futura obra que de seguro se culminará algún día, como todas las obras que siempre se ha propuesto la Revolución Cubana.
Al abordar la síntesis del contenido propuesto por el Che, lo primero que salta a la vista y que ya conocíamos de antes, es la marcada intención del Comandante Guevara de poner de relieve la gran calidad humana de Carlos Marx y Federico Engels. Es decir, resaltar el humanismo marxista, que durante tantos años fue opacado, quizás debido, entre otras cosas, al impacto que causó en el mundo la obra cumbre de El Capital, que como decía el Che, había convertido a Marx en un “ídolo de piedra” por el propio rigor científico-materialista de la obra escrita por el padre del materialismo dialéctico. Ese toque de ternura del Guerrillero Heroico a la obra humanista de los fundadores se expresa con mayor fuerza en la síntesis biográfica que escribió para la parte introductoria del libro de Economía Política.
Marx y Engels nacieron geográfica y cronológicamente cercanos en Alemania. El primero el 5 de mayo de 1818 y el segundo el 28 de noviembre de 1820. Esa casual cercanía los unió posteriormente, a partir de un momento determinado, sellando una amistad tan entrañable que sólo es concebible en dos seres humanos de la grandeza de aquellos dos gigantes que dedicaron lo mejor de sus vidas al desarrollo científico del marxismo y a sus luchas por la causa de la clase obrera.
Federico Engels siempre tuvo la posibilidad de estar desprovisto de privaciones económicas y su gran preocupación fue la de ayudar a subsistir a su gran amigo, acosado siempre por la miseria y permanentemente dedicado a sus investigaciones científicas y a la organización de la clase obrera.
Carlos Marx se unió en matrimonio a una persona, que según resalta el Che, desempeñaría un importante papel en su vida: Jenny de Westfalia. Fue una mujer que en sentido intelectual no hizo otra cosa que ser una ciega enamorada de su marido y dedicarse con amor a servir de copista de sus manuscritos. Jenny percibió el genio de Marx y se consagró a seguirlo, renunciando a todos los sueños de las mujeres de su clase, ya que procedía de una familia con holgada situación económica y de una tranquila posición social. Varios de los hijos nacidos del matrimonio de Marx y Jenny murieron directa o indirectamente debido a la miseria que vivieron durante varios años.
Antes de Marx dedicarse por entero a su obra de El Capital, tanto él como Engels escribieron numerosos e importantes trabajos, que se intercambiaban con el más ferviente apego científico. Ya en Inglaterra, Engels se radicó en Manchester como Representante de la fábrica de tejidos de la que su padre era co-dueño y Marx quedó en Londres entregado a sus investigaciones. La época de Londres fue una de las más negras en la vida de Marx. Su amigo no ganaba entonces lo suficiente para ayudarlo como quisiera y tenía que mantenerse, además, junto a Mary Burns, muchacha irlandesa que fue compañera de Engels hasta su muerte.
La única entrada que tuvo Marx durante aquella época eran sus artículos, que escribía para el New York Herald Tribune y que en ocasiones no se los pagaban. Por estos años se produjo la muerte de su hijo Edgar, que dejó las más amargas huellas tanto en él como en su esposa. El Che destaca que Marx quiso a su mujer y sus hijos con cariño ejemplar, pero debió anteponerles su obra revolucionaria, sufriendo de esa manera la dolorosa realidad de tener dos amores tan excluyentes: su familia y su amor al proletariado.
En 1861, Marx perdió su fuente de ingreso en el New York Herald Tribune a causa de la guerra civil norteamericana. Decidió volverse un “hombre práctico”, y estuvo a punto de lograr un empleo en una oficina ferroviaria, pero finalmente no pudo obtenerlo debido a su mala caligrafía. En carta a Meyer en 1867 declara que estuvo rondando al borde de la tumba y por ello tuvo que aprovechar todo momento que le fue posible para poder terminar el trabajo al cual había sacrificado su salud, su felicidad en la vida y su familia.
Luego expresaba que si él hubiera resuelto ser un buey, podría desde luego dar la espalda a las agonías de la humanidad y mirar por su propio pellejo. Pero confesaba que en ese caso se hubiera considerado realmente impráctico si no hubiera terminado por completo su libro, por lo menos en borrador. Ese mismo año Marx vio coronada parte de su obra con la publicación del primer tomo de El Capital. Los restantes no fueron publicados hasta después de su muerte. El Che señala que Marx no pudo terminar de escribir todo su pensamiento económico, ya que faltaron partes enteras como la del comercio exterior, que le hubiera permitido al menos atisbar el naciente fenómeno imperialista.
Cada vez más enfermizo, aunque libre de las preocupaciones económicas, gracias a Engels, vivió los últimos años pasando por el sufrimiento de perder a sus dos Jennys, madre e hija, en diciembre de 1881 y 1883 respectivamente. Carlos Marx moriría el 14 de mayo de 1883. Aquel ser humano, cuyo cariño se extendió al mundo entero, ha sido desfigurado por la historia, según el Che, hasta convertirlo en un ídolo de piedra. Para que su ejemplo sea más luminoso, es necesario rescatarlo y darle su verdadera dimensión humana.
Engels continuó la obra de su entrañable amigo y el 5 de agosto de 1895, a los 75 años, muere víctima de un cáncer que lo hizo sufrir terriblemente. El Che señala, en la síntesis biográfica, que como dato curioso, este pensador del socialismo científico, materialista hasta la médula, tuvo un gesto romántico, al dejar en su testamento instrucciones para que sus cenizas fueran arrojadas al Mar del Norte, en un punto de la costa que gustaba frecuentar.
Al resumir muy brevemente lo que el Che más destaca del humanismo marxista hay que convenir, que cuando él se sensibiliza de tal forma con las penas de Marx, con la grandeza de la amistad revolucionaria profesada por Engels, y hasta con la belleza romántica de los últimos sentimientos del más fiel continuador de Marx, está demostrando, aunque de seguro no se lo propuso, que él por su propia naturaleza, por su formación marxista, y por la voluntad que se ha forjado con “delectación de artista” durante su vida, es otro ejemplo cimero de humanismo revolucionario.
El Che conoció el sufrimiento físico por motivos de su enfermedad. Sentía un gran amor por su familia y supo anteponerle el que sentía por la causa del proletariado y por la de la humanidad como un todo. El dolor físico lo acompañó en ocasión de sus heridas en combate durante la guerra en Cuba y hasta sus últimos momentos en Bolivia, cuando fue herido por el enemigo y luego vilmente asesinado por sus captores en la pequeña escuela de la Higuera. Fue en definitiva, uno de los alumnos más sobresalientes de Carlos Marx y Federico Engels y un paradigma a imitar por las nuevas generaciones de luchadores revolucionarios en todo el mundo.
Por su vocación cientifico-materialista, pasa de la síntesis biográfica de los precursores, a la elaboración de sus notas sobre el Manual de Economía Política, con el fin de continuar su obra de investigación sobre una etapa no estudiada por Marx y que requiere de apremiantes aportes a la teoría del socialismo ante la nueva realidad que se vive en el mundo.
Ayudando a actualizar esa teoría, se identifica con los que quieren lo mejor para la humanidad y no con los que defienden mezquinos intereses de poder escudándose en el discurso dogmático para inmovilizar a las masas en el enfrentamiento inevitable con el imperialismo. En su análisis está implícita la crítica mordaz contra los apologistas y contra todos aquellos que son proclives a la falta de iniciativa y creatividad dentro del llamado socialismo real. Lo que está planteando es el verdadero enfoque marxista en la teoría revolucionaria, sin concesiones de ningún tipo y haciendo de la verdad su medio más efectivo frente a los enemigos abiertos o encubiertos desde el punto de vista ideológico.
El Che descalifica de inicio a todos los que piensen que puede estar actuando como un revisionista o como un critico injusto o resentido, por algunas razones, contra la URSS. Igualmente, pueden existir otros que piensen que detrás de su calificativo de “gran culpable” a Lenin, durante la última etapa que le tocó vivir durante la época de la NEP, se esconde el hecho de culparlo de todos los errores desviacionistas dentro del socialismo.
A través de las páginas de este libro se ha podido probar todo lo contrario, y sobre todo cómo el Che durante toda su etapa de trabajo en Cuba, acudió a Lenin reiteradamente para confirmar la validez de gran parte de su prodigiosa obra y para alimentarse de esta en la difícil pero hermosa tarea de la construcción del socialismo. Además de ser un estudioso consecuente de la obra del gran genio que tomó el poder en Rusia y luego fue capaz de iniciar la edificación de la sociedad soviética, el Che le insistía a todos sus colaboradores que estudiaran la obra de Lenin como una necesidad imperiosa para su formación económica y política.
De todos los libros de Lenin, el que más nos recomendaba el Che que leyéramos fue el Estado y la Revolución. Por otra parte, el Che fue siempre un permanente admirador de la URSS y de su pueblo.
Cultivó amistades entrañables en ese gran país, tanto en el campo científico como en otras actividades. Varios de esos soviéticos han sufrido dolorosamente el derrumbe del socialismo en su país y hoy siguen reconociendo las geniales proyecciones teóricas que el Che supo anticipar en defensa de la pureza del sistema socialista.
En el prólogo del libro, el Che pronosticó los sobresaltos que esperaban a la humanidad antes de su liberación definitiva, y estaba convencido que tal liberación no llegaría sino a través de un radical cambio de estrategia de las principales potencias socialistas. En el caso de la Unión Soviética, el cambio de estrategia se produjo, pero desgraciadamente no a favor de la liberación definitiva de la humanidad, sino a favor del retraso histórico de la liberación de los pueblos, causando daños tan grandes que han sido superiores a los que el Che alertara en 1965 que podían suceder de continuar por los caminos trillados de los mecanismos capitalistas. En cambio, 1< trayectoria de la Revolución Cubana después del derrumbe continuó siendo la misma, profundizando en su concepción humanista y crítica, contrapuesta abiertamente a la que fue una forma mecanicista y dogmática en la Unión Soviética y otros países socialistas de Europa.
Artículo completo:El Sudamericano.
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