SIERRA CHICA.- Sentado en la oficina del jefe de Tratamiento del penal, el hombre con la cabeza afeitada se inclina sobre la mesa y, durante más de dos minutos, mira fijamente cómo gira la cinta del cassette que grabó durante la madrugada del viernes en el radiograbador sin tapa que le regaló un familiar de Salta.

El hombre de ojos celestes, que escucha su propia voz en el radiograbador, tiene 56 años y lleva 36 años, 8 meses y 29 días en prisión. Se trata de Carlos Eduardo Robledo Puch, condenado por la Justicia a reclusión perpetua con la accesoria por tiempo indeterminado por diez homicidios agravados, un homicidio simple, 17 robos y dos casos de abuso deshonestos cometidos entre 1970 y 1972.


Hincha de River y peronista, dijo que ya cumplió la condena y quiere salir de la cárcel para cumplir un sueño.


Durante la entrevista de casi tres horas con LA NACION, en la que no aceptó que se le tomaran fotografías, Robledo Puch explicó por qué solicitó su excarcelación cuando se enteró de que la Justicia había concedido la prisión domiciliaria al odontólogo Ricardo Barreda; aseguró que no mató a nadie, aunque admitió que cometió 32 robos; se refirió al juez que le rechazó su pedido para salir en libertad y recordó a sus padres.


-¿Es cierto que cuando leyeron la sentencia les dijo a los jueces que los iba a matar cuando saliera?


-Todo eso es mentira. Nunca amenacé a nadie y nunca maté a nadie. Ningún argentino y ninguna argentina vio a Carlos Eduardo Robledo Puch con un arma en la mano. Las armas que secuestraron en la casa de mi abuela fueron plantadas por la policía. Los que andaban armados eran Jorge Ibáñez y Héctor Somoza, con quienes eventualmente estuve en algún robo.


No existe el crimen perfecto. Pero yo estoy pagando por diez homicidios perfectos.


-Pero a usted lo condenó un tribunal. En el juicio que se hizo en 1980, en San Isidro, tres jueces consideraron que era culpable. Antes, cuando lo detuvieron en 1972, otro magistrado le había dictado la prisión preventiva.


-El juicio fue un circo. No había ninguna prueba en mi contra. En el caso en que dijeron que yo había disparado contra un matrimonio y contra el bebe, la mujer logró sobrevivir pero no quiso ir al juicio. Ningún perito aportó elementos que me vincularan con los asesinatos. Igual me condenaron. Necesitaban crear un monstruo para tapar los problemas económicos y sociales que había en ese momento en el país. No se olvide que era la época de la transición del gobierno de Lanusse al de Cámpora.


Me inventaron porque no había un Charles Manson criollo.


-Pero en la causa judicial figura su confesión ante la policía.


-Nunca confesé nada. Me hicieron firmar la declaración de otro. Antes me torturaron. Me picanearon y me hicieron el submarino seco. El subcomisario que me hizo eso cobró plata. Es un corrupto. Yo sé quién mató a toda esa gente. Por ahora no voy a dar nombres.


Estoy luchando para que una comisión internacional de juristas revise mi causa. El día que se descubra lo que pasó verdaderamente se producirá un escándalo. Mi caso será el Watergate de la justicia argentina.


-¿Estuvo con Somoza la noche que lo mataron y le quemaron la cara con un soplete?


-No tengo coartada para esa noche. Estuve en casa, con mi madre. Pero su testimonio no lo tuvieron en cuenta. La noche anterior a la que lo mataron fui a cenar a la casa de Somoza. Comimos con su familia. Delfina, la madre de Somoza, hizo fideos con tuco. Después, lo acompañé hasta Avenida de Mayo y Panamericana [en Villa Adelina]. Se fue a encontrar con Miriam, su novia y yo me fui a mi casa. Quería poner a punto una de mis motos. Tenía tres y una la había robado. Yo no maté ni a Somoza ni a nadie.


-¿POR QUÉ PIDIÓ LA EXCARCELACIÓN?


-Tengo derecho a la libertad. Mi condena se cumplió el 12 de julio de 1995. Según la ley, la reclusión por tiempo indeterminado sólo se debe aplicar en caso de que el acusado tuviera cuatro condenas anteriores y yo era primario no reincidente.


El juez se equivocó al rechazarme la excarcelación. Además, ordenó que profundizara el tratamiento psiquiátrico. Todo muy pomposo, pero acá, en la cárcel, nunca me hicieron contención psicológica. También, dijeron que no tenía contención afectiva fuera del penal. Entonces comprendí que debo buscarme una novia, una "Pochi", como encontró Barreda. Una mujer que pueda mantenerme y darme alojamiento por 72 horas para tener una salida transitoria.


-¿NO TIENE A NADIE AFUERA DE LA CÁRCEL?


-A mi madre la mataron en un neuropsiquiátrico el 8 de julio de 1993. Mi padre falleció el 31 de diciembre de 2005. En mi casa de Villa Adelina, sólo vive Dolores, su concubina, pero a ella no quiero molestarla.


Yo no soy como Barreda. Nunca le escribí a una mujer para que venga a tener una visita higiénica conmigo. Yo quiero la verdad y que la gente esté conmigo porque realmente lo siente. Barreda no dice la verdad, ¿no se da cuenta cuánto tiempo tarda en contestar? En cambio yo respondo enseguida porque hablo con la verdad.


-Habló de un sueño que lo impulsa a querer salir de la cárcel ¿cuál es?


-Sueño con poder suceder a Perón. .